domingo, 28 de abril de 2019

Señales de que estás dando demasiado

Ser generoso es un rasgo maravilloso que puede tener una persona, pero a veces, puede ser agotador o incluso dar a quien no lo merece. Cuando realmente te preocupas por la felicidad de los demás, es fácil perder de vista tu propia felicidad. Entonces sucede algo que se conoce (y se siente) como dar demasiado. Puede que tengas buenas intenciones, pero si no tienes cuidado, terminarás perdiéndote siendo demasiado generoso con los demás.
Aquí hay siete señales de que estás dando demasiado
A continuación se nombran algunas señales claras que pueden revelar que estamos dando demasiado y eso quizás nos esté frenando más de lo que nos corresponde, o incluso podemos estar siendo víctimas de una manipulación para mantener las cosas bajo control.
1. Te sientes como si estuvieras siendo manipulado
Si tienes sospechas de que estás siendo manipulado, probablemente lo seas. Alguien que te esté manipulando puede decir cosas para activar tu culpabilidad con el fin de obtener lo que quiere.
2. Tu ayuda es insostenible
Si tu “dar y dar” ha llegado al punto en el que ya no tienes recursos suficientes para ti, hay un grave problema. Si tu propia salud física o mental, autoestima o bienestar financiero están sufriendo y se están viendo afectados, estás dando demasiado y deberías detenerte antes de que sea tarde.
3. Tus relaciones se ven afectadas
Mientras que la generosidad sana puede permitir que las relaciones florezcan, el dar demasiado es una de las causas de que las relaciones se deterioren. Cuando no existe un equilibrio entre dar y recibir, uno o ambos pueden tener sentimientos de resentimiento, culpa o arrepentimiento que puede causar conflicto y daño en la relación.
4. Estás manteniendo a alguien
Si tu actitud de dar ha llegado al punto de permitir que alguien “viva a costilla tuya” como se dice popularmente, es el momento de dar un paso atrás. Permitir que otra persona permanezca físicamente insalubre, irresponsable o totalmente dependiente de ti no está haciendo bien a nadie a largo plazo. Si estás manteniendo a alguien, estás dando demasiado sin dudas y debes detenerte.
5. Sientes que se están aprovechando
Podría tomar un tiempo darse cuenta cuando alguien está tomando ventaja de ti, pero en el mismo momento en que te das cuenta deberías detenerlo y alejarte de esa persona. Alguien que usa tu amabilidad y generosidad para su propio beneficio personal no es alguien que deba permanecer en tu vida.
6. Tu oferta de una sola vez se ha convertido en una obligación a largo plazo
Ser generoso una vez puede conducir a un círculo vicioso para aquellos que quieren abusar de tu amabilidad. Si tu oferta útil de una sola vez se ha convertido de alguna manera en una obligación a largo plazo, y que tú no tenías la intención de que así fuera, recuerda que no te has comprometido a nada a largo plazo y que tienes todo el derecho a detenerte cuando tú quieras.
7. Siempre sacrificas algo
Si constantemente estás sacrificando tu propia felicidad para que otros sean felices, estás dando demasiado. Cuidar de otras personas es algo maravilloso. Pero cuidar de ti mismo es tan importante como aquello, incluso es lo principal.
Si tienes el conocimiento de que algunos de estos puntos que se describieron se pueden ajustar a ti, es hora de evaluar qué es lo que te impulsa a querer dar más de lo que te corresponde y qué deseas obtener con ello. Mucha gente aprovechada no sabrá decir “ya es suficiente” y quizás a largo plazo termines arruinado sin haberte concentrado en tu propio bienestar y supervivencia.

Por qué las relaciones intermitentes son extremadamente tóxicas para tu salud mental

Rompe contigo y volvéis. Rompes tú y volvéis. No importa lo insostenible que parezca la situación porque termináis volviendo una y otra vez en un bucle que parece eterno. El aura de tragedia, de inevitabilidad, encaja en ese ideal romántico de las relaciones que las películas han inoculado en vuestras cabezas, así que seguís enganchados. Y no estáis solos. Según una encuesta llevada a cabo por la Universidad de Missouri, hasta el 60% de las personas ha experimentado una relación intermitente alguna vez en su vida. Pero esa inestabilidad tiene, según un nuevo estudio, un enorme impacto en nuestra salud mental.
Los investigadores del estudio, publicado en la revista Family Relations, analizaron las relaciones de 545 participantes —repartidos entre heterosexuales y homosexuales— para desvelar una posible conexión entre la intermitencia sentimental y diversas patologías mentales como la depresión o la ansiedad. Así, y según apunta el propio estudio, descubrieron que “los patrones de ruptura y reconciliación se relacionaron con un aumento de los síntomas de angustia psicológica, lo que indica que la acumulación de transiciones puede generar agitación adicional para las personas”
Además, los investigadores revelaron también que este tipo de relaciones tóxicas, dramáticas y abocadas al fracaso sufren mayores tasas de abuso emocional, menores niveles de compromiso y peor comunicación que las relaciones estables. Razones por las cuales los autores del estudio sugieren actuar contra estas relaciones de encendido y apagado cíclico forzando una estabilización real o una ruptura permanente. En esa misma línea habla el experto en relaciones James Preece en Independent, que invita a extinguir estas relaciones “porque tu salud es más importante que pasar tiempo con alguien que te hace infeliz“.
Según cuenta Preece, “las relaciones intermitentes ocurren normalmente cuando uno de los miembros de la pareja está menos comprometido que el otro”. El más comprometido padece entonces la intranquilidad y ansiedad como forma de vida y crece dentro de él una gran inseguridad. “Se pregunta por qué no son lo suficientemente buenos como para mantener el interés de su pareja”, apunta Preece. La única razón por la cual soportan ese “ahora sí, ahora no” permanente que les está robando la energía y la salud es que no quieren arriesgarse a perder a la otra persona. Pero comprobado está que no merece la pena el esfuerzo.
El alma en los labios

Se reinicia la vida

Cuando salgo con las chicas, se me reinicia la vida. No me hace falta nada más en eso momento. Un drama por unas playeras, es un verdadero drama, porque todo está bien, porque no pienso en nada. Salir de casa, hacia donde sea, con quien sea, es un buen escape de la realidad. De una realidad, de un día a día, que pocos saben, y que cada vez me guardo más. ¡Podría escribir un diario! Porque todos los días pasan cosas distintas. Pero yo lo resumo todo en un "como siempre". A nadie le importa de verdad como estés, acaba aburriendo la misma historia día tras día. Y si no aburre, sólo es mi problema. Nadie tiene por qué cargar con ello. Además evito así las miradas de compasión, de tristeza, esquivo esos consejos de mucha gente que piensa que es fácil salir de un sitio así. Lo que esa gente no sabe es que mientras lucho con mi rutina, poco a poco me salvo a mí. ¿A cambio de qué? A cambio de muchas lágrimas, de muchos suspiros, de muchas tardes de terapia y de mucho, mucho, mucho... chocolate.

Como os decía en el texto anterior, no es que me halle atrapada en un rutina, es más, es un lugar, es la misma gente, es lo mismo... ¿Y mañana? Lo mismo. Y posiblemente al año que viene, más de lo mismo. ¿Os habéis parado a pensar que ocurrirá de aquí a un año? ¿Quién permanecerá a nuestro lado, quién se habrá ido o quién aparecerá nuevo? Vamos a hacer un juego. ¿Qué estabais haciendo el año pasado más o menos sobre estas fechas? Si os hubieran preguntado, cómo os veríais en un año, ¿os habríais imaginado lo que tenéis ahora? Yo he de reconocer, que mucho no me ha cambiado la vida. Ha aparecido gente nueva, eso sí, pero, gracias a Dios, todos a los que quiero siguen a mi lado, y espero que por toda una vida. Porque tras muchos castings, tras conocer a muchas personas, me he ido quedando con lo mejor de cada etapa. He sabido elegir, he sabido dejar pasar a quienes se lo merecían y ofrecerles un sitio en mi vida. 

Eso me lleva a otra reflexión. Estoy rodeada de gente tan maravillosa, que espero que se me pegue algo. No sé qué tengo porque ¡ostras! Soy muy difícil, que la gente se queda a mi lado, y ya os digo, que se quedan los mejores. Al final, voy a tener suerte y todo. Voy a tener que dar gracias porque no me dejan tener ni un día malo, porque ahí están, el ejército movilizándose cada vez que escribo algo por aquí. Porque creo que han aceptado, que yo no pido ayuda, que no soy de las que van y hablan. 

Me encantaría seguir escribiendo y escribiendo... Tengo muchas cosas que contaros pero es tarde. Y el texto crece y crece. Tampoco os quiero aburrir con melodramas. Supongo que la vida no es tan mala, después de todo.

Un último mensaje, a mis amigas, como siempre, que las quiero en mi vida, en mi día a día y siempre.

Patricia Izquierdo Díaz


A todas nos dices lo mismo

Llego a casa corriendo con el único propósito de quitarme el sujetador. Día caótico de reuniones y llamadas. Y yo soñando con ponerme una copa de vino. Tacones fuera, sujetador fuera y vino servido. Ahora sí, cojo el teléfono y le llamo. Necesito desahogarme.

 Sofía: ¿Qué tal el día bella?

– Blanca: Estaba deseando hablar contigo. No aprendo Sofía. Estaba viendo fotos y de repente he leído una cosa que me ha hecho pensar. Creo que le dice lo mismo a todas. Que nos dice lo mismo a todos. A todas.

– Sofía: ¿Y qué pensabas? ¿Que tú eras especial? No tenéis nada.

Cortar y pegar no va conmigo. Es inherente al ser humano querer sentirse especial. Llámalo ego, llámalo necesidad de aferrarse a algo. Pero yo no hablo de eso. Nunca entendí que haya gente que no tienen un espacio para cada persona que hay en su vida. Si delante de ti pasan cien personas y a las cien les dices que te gusta su ropa, permíteme que piense que no tienes ningún criterio. Pues eso, cortar y pegar no va conmigo.

Hace tiempo decidí huir de mentiras absurdas. Me aburría que en la baraja de cartas te pudiera valer cualquiera. No es cuestión de querer ser única, es cuestión de que todos somos diferentes. Y fíjate que no digo especiales. Porque como leí hace poco: La bonito de la vida llega cuando te das cuenta de que no eres especial, porque todo el mundo lo es.

A todas nos dices lo mismo, así que es mejor marcharse. Porque yo hablo de ser diferentes. Yo hablo de que tengamos un código que nos recuerde a nosotros, no que nos recuerde a cualquiera. Yo hablo de ser claros. Yo hablo de que para un segundo no te valga cualquiera. Porque en un segundo una chispa de gas hace saltar todo por los aires. Yo hablo de que lo que me digas a mi, no te funcione con otras. Eso me hace sentir estúpida. Yo hablo de que lo mío es mío y lo de ellas es de ellas. Yo hablo de que para cada persona hay que tener un espacio. Yo hablo de que puedes tener mil partidas empezadas, pero no en mi mismo juego. Yo hablo de que, para que prenda, no me vale una bombona a medio gas. Yo hablo de que lo que me digas a mí, no me vale si se lo dices a todas…

No quiero ser especial para ti.

Quiero que seamos diferentes.

Que seamos eso que no tiene nombre, pero que no se repite.

Que cuando digas nuestras palabras secretas, solo a mi se me estremezca el cuerpo.

No quiero que lo mío se lo digas a todas.

Porque si vas a jugar con todas al mismo juego, yo abandono esta partida…

El alma en los labios


sábado, 27 de abril de 2019

Dos veces

Sé que la quiero porque cuando me dicen que elija dos mujeres la el elijo dos veces a ella.




Sin competencia

Nuestro amor va sobre dos que avanzan de la mano. Aunque algunas veces parezca invisible.
Nuestro amor habla en silencio de dos que no siempre necesitan tener algo que decir.
Nuestro amor no entiende de relojes, de cronómetros ni de medidas. El tiempo se para. Nadie cronometra cómo avanza. Nadie sabrá jamás lo que mide.
Nuestro amor no entiende de favores, ni de miedos. Ni pavor ni tensión.
Nuestro amor es como dos piernas que caminan despacio y se apoyan en los brazos del que no puede más.
Nuestro amor nunca compite. Me recuerda a ese atleta que ya no podía más y otro le acompañó hasta la meta.


Y no lo encuentro

Te sigo queriendo
y sigo buscando el verbo que te explique
todo aquello que te haría.
Y no lo encuentro.

Y sigo buscando todo el tiempo que te debo.
Y no lo encuentro.

Y sigo buscando un poema que te nombre
pero no encuentro el modo
de que quepa en un folio
entero el paisaje.

Y lo he intentado escribiendo ciertas cosas:

Yo quiero subirte al amor
y hacer mariposas contigo.

Si fueras un verbo
formarías parte de una lengua diferente,
estarías aún por inventar.

Si fueras el tiempo
serías el instante
donde quiero quedarme a vivir.

Pero las tacho todas.

Y tras un rato
encuentro por fin unas palabras,
que no es lo que te haría,
que no es tampoco el tiempo,
que no dicen tu nombre.

Las dejo aquí por si las quieres,
por si te faltan:

Eres la forma más bella
de acabar con un fracaso.


Que no paremos de volar

Me encanta esta sensación que apareció.
La de no estar entendiendo nada de lo que pasa, pero aun así no querer pararlo ni de broma.
De repente todas las canciones tristes me parecen alegres y grupos que no escuchaba ahora suenan a todas horas.
Encuentro silencios que me parecen increíbles y los sueños ya no son tan inalcanzables por un momento.

Que nunca encuentre un momento
en el que no quiera verte.
Que no paremos de volar


Historia eterna

Es curiosa esta sensación que tenemos los dos.
Nunca ha pasado nada entre nosotros y nunca va a pasar. Pero siempre nos recordamos. Siempre estamos ahí. Como si hubiera pasado todo. Cuando no ha pasado nada.
No es fácil de explicar, pero suena a eterno.


Dentro de mi coche

¿Os habéis parado a pensar dentro de vuestro coche todo lo que pasa a vuestro alrededor? Niños jugando a la pelota, mujeres con los carros de la compra. Hoy, sábado por la mañana, con nuestras mejores ropas deportivas. Sale el sol, un sol que ya empieza a calentar. Y sin embargo, esta migraña que no cesa desde hace unos días. Estoy cansada de la rutina, de la misma gente todos los días, de ser predecible, de dejarme llevar en lo que hago y no hacer lo que yo de verdad quiero hacer.

Este no es mi lugar, quizás sea hoy, pero no me siento de aquí. Me hacen falta mis montañas, mis prados, mis animales, echo de menos mis caballos... La vida en el campo. Echo de menos tomarme un té en el porche, con el sol dándome en la cara, donde no hay maquillaje, donde no hay nadie, solo silencio... Donde solo soy yo y no pretendo gustar a nadie. Porque solo estoy yo.

No hay familia, no hay amigas, no hay nadie. También he estado pensando en empezar de cero en algún lugar, lejos de Madrid, muy lejos, donde nadie me conozca, donde nadie sepa de mi vida, donde quizás encuentre más de lo que tengo. ¡Y valoro lo que tengo! Mucho. Tengo, como siempre digo, las mejores amigas del mundo. Un bollo que me da últimamente más dolores de cabeza que alegrías, pero que todo son etapas. Quiero escapar de esta realidad, quiero hacer una locura, quiero aventuras, quiero huir... Y ya sabéis que me encanta hacerlo. Porque escribir ya no es suficiente, porque leer tampoco, porque hablar... duele. Son muchas cosas las que llevo en silencio esta semana, las que no cuento. Las que tampoco expreso. Han vuelto los miedos en forma de pesadillas, ya ni duermo. Han vuelto las broncas, han vuelto los malos modos y el ladrar a todo el mundo que está a mi lado. A estar ausente. He vuelto a lo que ya estaba superado, a pesar la comida, a mirarme en el espejo más de veinte veces y no sentirme bien... Las fotos hacen mucho daño.

No encuentro tampoco ningún motivo por el que anclarme aquí. Las oposiciones ya no son mi primera opción, mi trabajo no termina de ser estable, de hecho, en mi vida no hay nada estable. Estoy perdiendo el rumbo, me hallo perdida en esta ciudad en la que no quiero estar, en la que no quiero ser, de la que quiero escapar a toda costa.

Consejos he recibido muchos estos días, aléjate de todos los hombres que te rodean, ninguno te hace bien, los complejos vuelven y a ti te dejan KO. Alejarme del amor de mi vida, aún duele. Alejarme de mi bollo, que me da la vida al igual que me la quita también. Alejarme de amigos que están ahí esperando su oportunidad o que no llegan a más... No creo que sea la solución a esto. Es un problema mío, que ya resolveré como pueda, como siempre, y sola. Quizás necesite darme tiempo, darme una tregua después de la semana pasada, donde todos volvieron, donde todos se expresaron, donde todos me hablaron siempre del pasado y de lo bonito que era. Siempre evocando a lo que ya no tengo. 

Me ahogo en este coche, me ahogo ahí fuera. Me ahogo en esta vida que no avanza, en la que nada llega, en la que por todo hay que luchar de más. En la que me ha tocado el papel de guerrera porque sino te mueres, y poco a poco formas el famoso caparazón, cada vez más duro con los años, cada vez más infranqueable. Y tú ahí dentro, cada vez más fría, cada vez más borde, cada vez más enfadada con el mundo, cada vez pasando más de todo y de todos... 

Patricia Izquierdo Díaz


jueves, 25 de abril de 2019

Liquidación por cierre

Acumulo en una bolsa del supermercado todas las cosas que un día marcaron nuestros días en el calendario.
Los tickets de nuestros primeros cines, ya casi borrados, que llevaban media vida enganchados al corcho de la pared.
La camiseta que todavía mantiene un olor que aparece y desaparece en la punta de mi nariz.
El libro que me dejaste, que formaba parte de los dos.
Que era uno más con todos los míos ordenados perfectamente por tamaños.
Las velas de cumpleaños, con el dos muy gastado de repetirlo todos los años.
Lástima que las canciones que ponías siempre en el coche no quieran salir de mi cabeza y meterse en la bolsa. Lástima que todas las promesas que incumpliste sean tantas que no entran
Necesitaría un saco enorme y un cartel enorme en el corazón que ponga: «Liquidación por cierre».


Arraso por donde paso

Hoy también quería dejaros otra entrada. Sé que es algo pasajero. Sé que de esta salgo y no me voy a hundir en la mierda. Lo sé. Pero...

Estos días han sido muy intensos. ¿Os acordáis de eso que os digo tanto de... "todos vuelven"? Pues eso. Todos vuelven. De una manera o de otra. El caso de Peter Pan, está cerrado. Campanilla y Peter Pan, nunca acabaron juntos. Leer el cuento. Y, ¿os acodáis del carácter de la pequeña hada? Cabezota, intensa, enfadíca, borde, incluso un poco celosa. 

Bueno pues ahora estoy en ese término. Ya os digo que es pasajero. Pero llevo tres días cabreada como una mona, echando humo por las orejas, ladrando a todo el que se me acerca, y cómo no, echando al que decide quedarse a mi lado. Supongo que las cosas no salen como uno quiere y eso te enciende. Que la vida no es como la planeas, que cuando algo sale mal o tiene un resultado distinto al que esperabas, en mi caso, lo llevo fatal. Obsesa del orden y de la planificación, sí, así soy yo, de pensar mucho, de pocos impulsos, de darle vueltas a todo para sacar miles de teorías con las que quedarme más o menos conforme, porque odio no entender las cosas.

Estoy hasta un poco desquiciada. Y lo peor de todo, es ser consciente de que estás actuando mal, y no poderlo parar. No poder ser amable, simpática, y afectuosa. ¡No puedo! Soy un terremoto, huracán o caos. También me han llamado apisonadora. Y es que cuando siento, malo o bueno, se enteran hasta en la conchichina. Menos mal que tengo amigas que saben aplacarme, que saben mandarme a la mierda sutilmente, que saben manejarme en momentos de "SOS".

Creo que se me han juntado varias cosas. Muchos frentes abiertos, que más o menos se van cerrando. Muchas decepciones, muchas cosas en las que pensar, cosas que parecían pero no, personas que viven en la parra y me sacan de quicio porque no ven las cosas evidentes. Hace unos días dije que me iba a tomar la vida de otra manera, pero creo que me he confundido de forma. Estar preparada para una batalla tras otra, cansa. Y a los demás también.

He empezado diciendo que esto es pasajero. Y que tampoco estoy muy afectada. Vivir enfadada como Campanilla, es parte de mi encanto, no sé. Si habéis leído la entrada de Peter Pan, verme enfadada es algo cómico y solo apto para el que lleve armadura y chaleco salvavidas. Hablando de chalecos de salvavidas, no os he contado mi viaje a Lisboa. Quizás este finde. Pero sí os tengo que hablar de un lugar que me robó el corazón, es el sitio perfecto para huir y sentarse a escribir, pintar, charlar o simplemente tomar el sol en silencio. 

Pronto os cuento más.

Patricia Izquierdo Díaz


¿Y tu?

He escrito una parrafada inmensa con todo lo que tengo que decirte. Aunque en parte estoy casi seguro de que te va a importar una mierda.
Y aquí estoy a altas horas de la madrugada, con una canción de Coldplay de fondo, dudando si darle o no a enviar.
Que algunas veces todo depende de una decisión sencilla que jamás sabremos a dónde llevará.
Ya lo tengo casi decidido. ¿Y tú?


Última hora

Miles y miles de científicos a lo largo de la historia han empleado su vida en buscar el centro del universo. Ninguno de ellos tuvo éxito ante tan tremenda tarea.

La fe también se ha esforzado por resolver ese misterio. Teólogos, filósofos, místicos y esotéricos han tratado de dar respuesta a semejante pregunta. Resultado: se dieron de bruces contra la realidad, ninguna conclusión aclaratoria.

Última hora; Un joven de un barrio del sudoeste de Madrid afirma haber hallado el centro del universo. Para confirmarlo nos envía una foto de una mujer y una nota. Aquí está, dice.

Ese joven soy yo.

Esa mujer eres tú.

El centro de todo.



¡Gracias a todos!

Buenos días a todos los que estáis ahí, al otro lado de la pantalla. 

Quería agradeceros de forma infinita, todos los comentarios y mensajes que estoy recibiendo a través de Facebook y Blogger. Gracias por estar ahí, seguir leyendo día tras día y hacer de la historia de Peter Pan y Campanilla, mi próxima novela. Así lo anuncio. Parece que tiene tirón, y como dice mi amiga Belén es una auténtica historia de amor, y es real. No es nada ficción. 

Gracias por los mensajes que ponéis sobre si os sentís identificados o no, con uno o con otro, vuestros consejos y peticiones. También quería agradecer a aquellas personas que me escriben porque han pasado por algo parecido y buscan soluciones en mí.

He de ser sincera con vosotros. Soy un caos, un auténtico huracán que arrasa por donde pasa. No creo que sea la más sensata, madura e indicada para dar consejos a nadie, de todas formas os lo agradezco enormemente. Seguir escribiendo, porque escribir, al fin y al cabo, es terapia, compartir experiencias, compartir consejos, nos puede ayudar a todos. Nunca me imaginé que llegaría a tanta gente cuando esto solo empezó como vía de escape para sacar todo lo que llevo dentro.

Gracias a Alejandro, gracias a Belén, gracias a esas personas que han colaborado y siguen colaborando con sus escritos. Y a vosotros, que no me cansaré jamás de repetirlo. ¡Gracias!, ¡gracias!, ¡gracias!

Patricia Izquierdo Díaz


Postre de fin de semana

Siempre es con los mismos nervios.
Nos vemos y saltan chispas, se mueve el cielo.
Nos besamos, la música suena.
El tiempo acelera como nuestras manos.
Y siempre se me queda esa ilusión de que aquí puede pasar algo especial.
Y siempre es mi error, pasa la semana y no sé nada de ti. Alguna excusa, no quieres quedar, no tienes tiempo
ni para una cena.
Me doy cuenta de que no es tiempo, es falta de ganas.
Solo quieres que sea tu postre de discoteca. De fin de semana.

Y yo siempre poniendo mi ilusión
pensando que esta semana
será la buena.


Define el amor, me dijeron en un concierto

Ella me está llevando vida adentro, para descubrir que uno más uno puede ser un millón de tardes nuevas. Que una sola noche torcida puede con un verano pero no con sus caderas. Que ella mueve el mundo con las manos de agotar inviernos, que solo quien la mira entiende de verdad por qué he parado, por qué dejé de ser el joven niño gris de mis canciones y traigo melodías y portazos solo en el recuerdo.

Yo me mantengo en ella, muriéndome en su espalda, pidiendo un bis en el bar de su sonrisa, subiendo la escalera de su noche para cantar lo que me pida. Su mirada es un mar abierto donde siempre hay agua fresca, motivos sin razón por los que brindar, pero motivos, miles de motivos.

Aparte, es fácil rendirse ante alguien que te pide que no olvides tus sueños para que al crecer le puedas tú contar si los cumpliste y poder así escribir por fin la historia llamada El viaje a pie de mi miedo hasta tu boca.

Y así me lava la tristeza, en cada episodio de mi mano en su cintura, como un capítulo 7 de Rayuela pero aquí en Madrid, con su calor de antología, con su permítemelo todo, con su manera de hacer de cada acera un día de boda.

Y en la palabra compañía siempre la encuentro cogiéndole del pelo a mi pasado, rompiéndole el embrague a la nostalgia, ganando la batalla contra el tiempo. Siempre ella, siempre antes, siempre aquí.

No sé si he conseguido explicarlo, estas son unas pocas de las cosas que me hacen amarla, tal vez una lejana definición del amor.


Mirarla

Me gusta mirarla.

Cuando lee en el sofá, en bata y despeinada,
pura, como es, sin aditivos.

Me gusta mirarla.
Cuando estamos en la cama y va a correrse.
Allí, amigo, me gusta mucho tu cara,
sus brazos acercándome hasta el mundo.

Me gusta mirarla

En el milagro que me brinda nuestro espejo si se ducha,
en el tiempo que me otorga el ascensor,
cuando habla con la gente y destroza a todos con su luz.

Me gusta mirarla.

Cuando el poema que se lee es para ella,
cuando se pierde y no sabe que la observo,
cuando está en Princesa y me la encuentro pensativa.

Me gusta mirarla.

Cuando se recoge el pelo
y deja la caligrafía de su cuello
a la vista del mundo.

Me gusta mirarla.

Cuando buceo bajo su vientre con el aire justo para un orgasmo,
cuando estudia en su despacho
o cuando me deja que me beba su sonrisa a cucharadas.

Me gusta mirarla.
No hay nada mejor.


Las copas y el champán

Me trajiste el amor hasta los labios
y señalaste el verano sobre el mapa.

Es aquí, dijiste.

Supongo que pude ver en tus ojos
que se estaba acabando la soledad
—de mi pecho se bajaba
un hombre gris con gabardina.

Nos viajamos de esquina a esquina,
nos besamos de norte a sur
y huyeron a otras camas las lágrimas
que soñaban con nuestros ojos.

Ahora te miro sobre el colchón
y me gustaría inventarte un millón de veces,
para hacerte siempre diferente
pero siempre igual
como haría Ángel González.

Por favor, no te detengas, nunca pares, ven conmigo.
Seamos nosotros la fiesta, los invitados,
las copas y el champán
con que brindemos esta noche.



miércoles, 24 de abril de 2019

Gritos

El mundo escucha nuestros gritos.
Nuestros gritos en los gemidos de placer.
Nuestros gritos de risa. De pura carcajada.
Nuestros sueños desde lo más alto de la Torre Eiffel.
Nuestras tonterías de niños por el supermercado.
Nuestros gritos con el gol de nuestro equipo.
Los que pegamos en los conciertos en la última canción. La que todo el mundo espera y el grupo está harto de cantar.
Todo el mundo nos escucha cuando estamos en silencio. Ahí es cuando nuestros ojos realmente gritan:
Estoy tan a gusto,
no te marches nunca.




Es un bonito escudo

Es un bonito escudo esa sonrisa, lo sé. Estás preciosa pese a todo. No sé cómo no te sangra el alma por las noches, eso sí.
Quizá lo hace y no dices nada.
Bueno, siempre te quedará un poco de chocolate, una clara de limón y un poco de queso.
Algunas veces revisas las fotos en orden cronológico y las sonrisas van en descenso. Y tú sigues diciendo:
«Qué va, todo está perfecto».
Quizá la felicidad está en la próxima salida, sin peajes, a pocos metros. Un atardecer de esos que te gustan tanto.
¿Tú no ves que solo quiero que tu presente esté lleno de azúcar después de tanto pasado amargo?
Y susurrarte la letra de «Te vi» antes de abrazarte. Y que la entiendas.



Lecciones de gramática

Verbo caer,
preposición sobre,
pronombre ella.

Perfección gramatical.



Sempiterno

Un beso en la frente. El abrazo de una madre.
Un niño que se ríe a carcajadas.
La superación. Las personas que ya no están y las que están a punto de llegar.
Las amistades que son familia. El olor a mar.
Las caricias que hacen temblar. Las historias interminables de los abuelos. La sonrisa de complicidad.
Una pareja de Agapornis.
El primer beso.
El amor incondicional.
Hay momentos, situaciones, recuerdos y personas que jamás tendrán fin.
De una manera u otra siempre estarán ahí. SEMPITERNO

Curso acelerado para aprender a mirar

Miro dentro de ti y veo ciudades que se abren de piernas,
ciudades que esperan que la alegría las insemine
y hagan nacer así una historia de amor
que comience bien, que siga bien y acabe bien.

Miro dentro de ti y sospecho con alegría
que contienes siete futuros diferentes
pero todos son conmigo.

Miro dentro de ti y surgen desde las entrañas las ganas,
mis ganas eternas de decirte
que nos mudemos a vivir juntos
aunque ya vivas conmigo.
Qué cosa esta de pasarme la vida
deseando hacer, vivir y tener
las cosas que ya hago, vivo y tengo contigo.

Miro dentro de ti con los ojos de puntillas,
con el corazón saltando en el colchón,
miro con tos siete sentidos,
con las palmas de las manos,
sin bajar la bandera del taxímetro
porque no se puede mirar de otra manera
que inventando otra manera de mirarte.
Y mirarte así, por ejemplo, desde las canciones
que otros te hicieron cuando no te escribían a ti.
Eso es lo que yo sé hacer. Es lo que mejor hago.

Yo miro. Yo te miro. Yo siempre te miro
y no sé hacer otra jodida cosa que mirarte.
Llevo tres años mirándote y ahora puedo decir
que todo lo que miré en mis vidas anteriores
fue para aprender hoy a mirar sin faltas de ortografía,
para aprender que solo salen bien unas historias,
aquellas en las que se aprende a mirar de esta forma:

los dos a la vez
y en una misma dirección.