Hoy, he estado pensando mucho en un personita a la que adoro. Personita porque la adopté el día que la vi en la universidad.
Y escribo bastante poco sobre ella porque sé que las ñoñadas no la gustan nada. Pero hoy, simplemente porque es hoy, y porque no se lo va a esperar quiero hablar de ella.
De todos es sabido que quiero a mis amigas por encima de todo. Son mi familia, a las que les cuento mi día a día, mis cambios de humor, mis cambios de opinión, a las que vuelvo locas cada vez que tengo un problema. Patwo, es una de ellas.
Patri no es como las demás. Patri te escucha, pero se mantiene al margen, no te agobia con opiniones, siempre piensa en ti primero, siempre hace que tú decidas buscando lo que te hace feliz, aunque falles en el intento, pero no te deja quedarte con ninguna duda. Sabe cuando necesitas algo. Tiene intuición. Es atenta, detallista y tiene un corazón más grande que ella. Te regala lo más bonito que alguien te puede regalar... su tiempo. Va y viene, está ahí, siempre.
Me encantan sus ganas de probar todo, de no tenerle miedo a nada, y si lo tiene, de hacerle frente. Es trabajadora como ella sola, afortunada en amigas y desafortunada en el amor, fíjate, como yo. Será el nombre... Pero sabe esperar, ha decidido no quedarse con el primero que pasa. Tiene claros sus principios, lo que quiere y por lo que tiene que luchar cada día.
¿Sabéis lo que echo de menos? Nuestros largos días de universidad, nuestras comidas en las mesas más alejadas del mundo. Coger apuntes con su tablet, preparar los bailes, los teatros, hacer mil cosas con nuestro grupo, el mejor de todo, ¡las langostinas!
Hay que tener buen gusto para crear recuerdos con alguien. Yo los tengo. Tengo visitas a sitios muy bonitos, nuestro viaje a Mallorca bajo el nombre de SANPALAPA y los que nos quedan, porque con ella es fácil irse hasta donde la gasolina llegue... Te quiero es poco, amiga.
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