He dejado de creer en las promesas cuando me prometieron que me llamarían y nunca sonó el teléfono. Me he vuelto más desconfiado cuando me falló quien menos me lo esperaba. He odiado las excusas cuando me pusieron la más absurda del planeta, sin sentido, sin motivo, sin necesidad. He dejado de contar mis cosas a cualquiera cuando me he dado cuenta de que hay quien solo lo quiere saber por curiosear o por conveniencia. Me he vuelto un poco más dura cuando alguien me tomó por tonta. Y me he dado cuenta de que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo cuando he descubierto más de una mentira. He olvidado a ciertas personas cuando me di cuenta de que se habían olvidado ellos de mí. Me he vuelto más pasota cuando supe que hay personas que solo aparecen cuando quieren. Y he dejado de sentir cariño por alguien cuando me ha demostrado que no va de frente. Me he vuelto más cuidadosa con lo que cuento cuando me he dado cuenta que cualquiera puede usarlo para lo que sea. He dejado de escuchar tonterías o permitir que ciertas cosas me afecten cuando me he dado cuenta que no merecen la pena. Me he cansado de esperar cuando se fue quien nunca quiso volver. Y he dejado de pensar en los demás antes que en mí cuando me di cuenta de que ellos solo van a su bola, mientras que yo debería ir a la mía.
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