sábado, 27 de abril de 2019

Dentro de mi coche

¿Os habéis parado a pensar dentro de vuestro coche todo lo que pasa a vuestro alrededor? Niños jugando a la pelota, mujeres con los carros de la compra. Hoy, sábado por la mañana, con nuestras mejores ropas deportivas. Sale el sol, un sol que ya empieza a calentar. Y sin embargo, esta migraña que no cesa desde hace unos días. Estoy cansada de la rutina, de la misma gente todos los días, de ser predecible, de dejarme llevar en lo que hago y no hacer lo que yo de verdad quiero hacer.

Este no es mi lugar, quizás sea hoy, pero no me siento de aquí. Me hacen falta mis montañas, mis prados, mis animales, echo de menos mis caballos... La vida en el campo. Echo de menos tomarme un té en el porche, con el sol dándome en la cara, donde no hay maquillaje, donde no hay nadie, solo silencio... Donde solo soy yo y no pretendo gustar a nadie. Porque solo estoy yo.

No hay familia, no hay amigas, no hay nadie. También he estado pensando en empezar de cero en algún lugar, lejos de Madrid, muy lejos, donde nadie me conozca, donde nadie sepa de mi vida, donde quizás encuentre más de lo que tengo. ¡Y valoro lo que tengo! Mucho. Tengo, como siempre digo, las mejores amigas del mundo. Un bollo que me da últimamente más dolores de cabeza que alegrías, pero que todo son etapas. Quiero escapar de esta realidad, quiero hacer una locura, quiero aventuras, quiero huir... Y ya sabéis que me encanta hacerlo. Porque escribir ya no es suficiente, porque leer tampoco, porque hablar... duele. Son muchas cosas las que llevo en silencio esta semana, las que no cuento. Las que tampoco expreso. Han vuelto los miedos en forma de pesadillas, ya ni duermo. Han vuelto las broncas, han vuelto los malos modos y el ladrar a todo el mundo que está a mi lado. A estar ausente. He vuelto a lo que ya estaba superado, a pesar la comida, a mirarme en el espejo más de veinte veces y no sentirme bien... Las fotos hacen mucho daño.

No encuentro tampoco ningún motivo por el que anclarme aquí. Las oposiciones ya no son mi primera opción, mi trabajo no termina de ser estable, de hecho, en mi vida no hay nada estable. Estoy perdiendo el rumbo, me hallo perdida en esta ciudad en la que no quiero estar, en la que no quiero ser, de la que quiero escapar a toda costa.

Consejos he recibido muchos estos días, aléjate de todos los hombres que te rodean, ninguno te hace bien, los complejos vuelven y a ti te dejan KO. Alejarme del amor de mi vida, aún duele. Alejarme de mi bollo, que me da la vida al igual que me la quita también. Alejarme de amigos que están ahí esperando su oportunidad o que no llegan a más... No creo que sea la solución a esto. Es un problema mío, que ya resolveré como pueda, como siempre, y sola. Quizás necesite darme tiempo, darme una tregua después de la semana pasada, donde todos volvieron, donde todos se expresaron, donde todos me hablaron siempre del pasado y de lo bonito que era. Siempre evocando a lo que ya no tengo. 

Me ahogo en este coche, me ahogo ahí fuera. Me ahogo en esta vida que no avanza, en la que nada llega, en la que por todo hay que luchar de más. En la que me ha tocado el papel de guerrera porque sino te mueres, y poco a poco formas el famoso caparazón, cada vez más duro con los años, cada vez más infranqueable. Y tú ahí dentro, cada vez más fría, cada vez más borde, cada vez más enfadada con el mundo, cada vez pasando más de todo y de todos... 

Patricia Izquierdo Díaz


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