Tú me preguntaste qué podías hacer con todas esas ganas de besarme y desde entonces no hemos dejado de hacerlo.
Fue la mejor respuesta.
La mejor manera de darte cuenta. De descubrir que la palabra «incondicional» nunca dejará de tener sentido.
Gracias por darme lo mejor que tengo. Una mezcla de dos. El crecimiento del día a día. De tantas horas sin dormir, de tantos sueños por cumplir.
Gracias por estar, por cuidar de mí, por ser terremoto, tsunami y tormenta. Por ser también sol, velocidad e impulso.
Hasta que la muerte nos separe.
Eso sí, al menos
hasta los noventa.
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