Miro dentro de ti y veo ciudades que se abren de piernas,
ciudades que esperan que la alegría las insemine
y hagan nacer así una historia de amor
que comience bien, que siga bien y acabe bien.
Miro dentro de ti y sospecho con alegría
que contienes siete futuros diferentes
pero todos son conmigo.
Miro dentro de ti y surgen desde las entrañas las ganas,
mis ganas eternas de decirte
que nos mudemos a vivir juntos
aunque ya vivas conmigo.
Qué cosa esta de pasarme la vida
deseando hacer, vivir y tener
las cosas que ya hago, vivo y tengo contigo.
Miro dentro de ti con los ojos de puntillas,
con el corazón saltando en el colchón,
miro con tos siete sentidos,
con las palmas de las manos,
sin bajar la bandera del taxímetro
porque no se puede mirar de otra manera
que inventando otra manera de mirarte.
Y mirarte así, por ejemplo, desde las canciones
que otros te hicieron cuando no te escribían a ti.
Eso es lo que yo sé hacer. Es lo que mejor hago.
Yo miro. Yo te miro. Yo siempre te miro
y no sé hacer otra jodida cosa que mirarte.
Llevo tres años mirándote y ahora puedo decir
que todo lo que miré en mis vidas anteriores
fue para aprender hoy a mirar sin faltas de ortografía,
para aprender que solo salen bien unas historias,
aquellas en las que se aprende a mirar de esta forma:
los dos a la vez
y en una misma dirección.
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