Desde ayer no me siento con los pies en el suelo, ni piso fuerte, más bien débil.
Un sentimiento de inseguridad me invade el cuerpo. Es un sentimiento que me viene sobretodo cuando me acuesto con alguien nuevo. La inseguridad que veo reflejada en el espejo al mostrar mi cuerpo.
"No hace falta que te vistas tan pronto", me dijo, y pensé, "si tú supieras...". No voy a mostrar mi cuerpo más del tiempo necesario que dure el acto. No es necesario. Lo que me sorprendió es que se diera cuenta del gesto tan pronto.
Estoy insegura ante las comparaciones, ante las palabras que pronto se las lleva el viento, de besos más allá del acto en sí. Estoy insegura debido al miedo. ¿Miedo? Sí. Miedo a ser querida, a ser alguien con nombre y apellidos en la vida de alguien, ¡pánico! A que se vayan, a que me dejen, a que hagan bomba de humo...
Anoche en el coche, de vuelta a casa, se me caían las lágrimas y llamé a mi amiga Cris. ¿Qué estoy haciendo? Lanzarme a una piscina, ¿con o sin agua? Me siento mal cuando las palabras de cariño me caen encima y no consiguen mojarme, simplemente resbalan sobre un chubasquero que hace de escudo. ¿Volveré a querer a alguien? ¿A sentir por alguien? ¿Volveré a dejarme querer? Seguramente me cueste la vida. Pero no recordaba este sentimiento. Hacía mucho que no me embarcaba en nada nuevo, suelo reciclar o invertir en lo conocido.
En el amor, no me la juego, no quiero ser valiente, no quiero invertir... No quiero sufrir. Y no hablo de amor, como sentimiento romántico, quizás hable más de la confianza que depositas en ese alguien. No hay mayor muestra de amor que la confianza, puesto que es la base de todo. Y tengo miedo, mucho miedo a ser utilizada de nuevo...
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