Qué rara es.
De verdad, es la tía más rara del mundo.
Se pasa el día cansada (la he visto dormirse en un bus como si tuviera ochenta años y no sólo eso, sino que la he despertado, ha reído divertida, y se ha vuelto a dormir a los cinco segundos) y luego cuando llega la noche es un huracán al que no hay manera de calmar, tiene un resfriado perenne (no recuerdo la última vez que no lo estuvo) y a veces se pone a hablar y hablar y va enlazando unos temas con otros que no tienen nada que ver y al final ni siquiera ella sabe qué te estaba contando.
Va despeinada por la vida, es perfectamente capaz de estar riendo a carcajadas cuando hasta hace dos minutos lloraba (y a mí me parece absolutamente preciosa cuando hace eso) y le he llegado a ver conversaciones más largas con perros que con algunas personas.
Canta a voces con los auriculares, cuando vemos una peli de miedo acabo con el brazo morado de sus agarrones y luego es la primera que aún se esconde por la casa para “asustarme”, y le da absolutamente igual que le diga por activa y por pasiva que los pies descalzos no se ponen encima de la guantera del coche.
Se enfada sin que tengas una mínima idea de por qué, te suelta borderías cuando hasta hace cinco segundos era súper cariñosa y lo mismo te abraza que se despega al segundo alegando que hace mucho calor.
Esa chica es una pesadilla.
…Pero tiene los sueños más bonitos del mundo.
Nunca he conocido a una chica tan pura, tan espontánea, tan natural. Nunca había estado con alguien tan sencilla -en el mejor sentido de la palabra-, tan sincera, tan directa, tan “sin estrategias”. Ella dice las cosas tal como las piensa, lo bueno y lo malo, no tiene miedo a decirte lo que siente por ti, y lo hace de una forma tan bonita que sólo puedo preguntarme por qué diablos perdí tanto el tiempo con otras.
Es rara. Es rarísima.
…Es tan rara, como bonito es su interior.
“Disfruta” molestándome, siendo un incordio en los viajes largos con el coche, siéndolo aún más cuando se despierta pronto y decide que ya está bien de dormir… pero luego, cuando el huracán se calma, observo cómo me mira mientras se duerme, con esa sonrisa tan preciosa, con esos ojos que creen que yo la he salvado… y entonces comprendo que es una niña grande que no tiene ni idea de la verdad:
Es ella la que me ha salvado a mí.
De la normalidad, de la “madurez”, de los problemas.
Es ella la que me ha salvado de la cordura.
La chica extraña, la que no da una a derechas, la que cuando conocí creí que no iba a tener más que una pequeña conversación con ella y mira dónde estamos.
De verdad, es la tía más rara del mundo.
Pero lo raro, lo verdaderamente raro, es pensar cómo he podido sobrevivir tanto tiempo sin ella.
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