Miedo, sí. Esa es la palabra. Me apetece preguntarle, y tú... ¿Cuándo te vas? A esa pregunta me respondió mi amiga Clara y no mi macarra... "Él no es el motero, te ha demostrado más en cuatro días que el otro. Te mereces ser feliz, no te autodestruyas a ti misma". Y tiene razón. No me considero una cobarde.
Es que no estoy acostumbrada a que las cosas vayan bien, y cuando van de maravilla, no sé cómo llevarlo.
¿Conocéis esa sensación de no querer irte? De estar en su coche y no querer salir de él, de estar como dos gilipollas dando vueltas por La Fortuna escuchando todo tipo de canciones, porque ninguno de los dos quiere irse. Pues así me sentí ayer. Quiero más, una noche, una mañana, una semana...
Ayer le pregunté si quería ser mi amigo (me río al pensar en ese momento). "No quiero ser tu amigo, quiero más". Estamos de acuerdo, macarra.
Por una vez, las cosas son fáciles, sencillas, bonitas y recíprocas. Por una vez estoy en una relación madura, donde nada es de color de rosa, pero intentamos pintarlo, los dos. Donde por fin, alguien rema conmigo en el mismo sentido y no me deja dar vueltas gastando energía y ganas. Por fin es algo que está bien, que está como debe ser. Y eso, me asusta, no saber llevarlo y de estar a la altura.
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