No te busco y, por supuesto, no me gustaría cruzarme contigo.
El problema es que soy experto en contradecirme, ¿sabes? Cada vez que estoy en la calle o en cualquier bar, miro por si te veo hasta debajo de las piedras, como si me estuvieses esperando. En el fondo tengo ganas de encontrarte y de no hacer prisioneros. De que nos dejemos de tonterías, de juegos y de que echemos un polvo a la altura de la atracción que sentimos el uno por el otro. De que dejemos que se coman la cabeza a quienes les guste hacerlo y de que nos centremos en comernos todo el uno al otro hasta llegar a lo indecente. De olvidar nuestra guerra y de que nos corramos juntos y en paz.
Eso sí, mi versión oficial es que no te busco. La extraoficial, es que siempre estoy mirando.
Por si acaso.
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