Nunca se le cae la sonrisa de la boca.
No importa cuántas razones tenga para ello, no importa cuánto daño le hagan, y sobre todo, no importa cuánto lo sufra por dentro.
Ella es capaz de llorar y aun así mantener la sonrisa.
No, jamás le han quitado la sonrisa de la boca. Y no esa sonrisa por cumplir o aparentar, sino una sonrisa de verdad, de las que iluminan oscuridades, de las que hacen brillar ciudades enteras, de las que te quedas ciego de mirar y aun así no quieres apartar la vista de semejante preciosidad.
Ella es la chica más fuerte del mundo, y ni siquiera lo sabe.
No hay ser que aguante más el peso de la vida, las circunstancias que le han tocado, la carga de los problemas, y créeme: los suyos son mucho más que lo “normal” en una persona media. Pero no se lo notarás. No la oirás quejarse, ni la escucharás lamentarse, aunque a menudo el techo de su habitación se le caiga encima justo antes de dormir.
Parece que se va a romper al tocarla, y es indestructible.
Siempre tiene ese brillo en los ojos que antes comentaba, siempre tiene una palabra de aliento, una caricia, una sonrisa para quien la necesite.
Se está muriendo por dentro y va por ahí sanando a la gente.
Ella es ejemplo de superación, de fortaleza (aunque crea que no), de corazón.
La miro y me quedo maravillado ante todos sus gestos, su altruismo, su empatía, su sensibilidad. Su ilusión que nadie le rompe por mucho que lo intenten, su capacidad de soñar, su respiración tranquila cada noche en mi pecho.
Y yo la aprieto contra mí, pero parece tan frágil que me da miedo romperla, y entonces vuelve a recordar que, parezca lo que parezca, es indestructible.
Es capaz de hacerte sentir bien solo con posar su mano en la tuya.
Es capaz de lograr que tengas esperanza si la oyes decir que la hay.
Y aunque ni siquiera lo sepa, ella es la chica más fuerte del mundo.
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