lunes, 7 de septiembre de 2020

De flor en flor

 Llevaba mucho tiempo yendo de flor en flor. 

Qué curiosa expresión ¿Verdad?  “De flor en flor”. 

No creo que sea la mejor palabra para describirlo, sinceramente.

(Te veo salir de la ducha, aún mojada, con una toalla blanca anudada justo por encima de tus pechos, el pelo oscurecido, empapado y levemente ondulado, y yendo de un lado a otro dejando un surco de gotitas. Yo, desde la cama, tumbado bocarriba, intento armar distraídamente un cubo de Rubik que no sé cómo ha llegado hasta aquí (¿Cómo diablos se hacen estas cosas?) te miro hacer todo esto aunque tú no te paras a mirarme, imagino que buscando alguno de tus tres millones de productos para el cuerpo/pelo/cara los cuales antes de ti ni siquiera sabía que existían).

Sí, esa es una de las cosas de ir “de flor en flor”, que no sabes los productos que esas chicas usan en su vida diaria, porque no hay (ni te interesa que haya) una vida diaria entre vosotros. 

No sé cuándo me acostumbré a ello, y supongo que sólo esa palabra ya de por sí dice mucho. “Acostumbrarse”. No suena muy bien, ¿No? A que sea un rostro diferente cada vez, distintos nombres, decenas de cuerpos, de formas de ser, de vivir. Y es curioso, porque en todo eso mi “papel” siempre es el mismo. Siempre igual, las mismas pautas, el mismo procedimiento, como si fuera una demencial obra de teatro que repites como condena una y otra vez y que a veces no recuerdas ni el nombre de la última acompañante en escena.

- Oye, ¿Sabes dónde está mi bolso?

Alzo la vista, con el cubo en las manos, y te veo ahí plantada, delante de la cama, secándote el pelo por abajo inclinando levemente la cabeza, mirándome fijamente. Vuelvo a posar la vista en el cubo mientras niego con la cabeza, y te “oigo” sonreír.

- ¿Pero tú sabes algo en esta vida o eres medio tontito? dices, con tu (nuestra) ironía ácida que tanto nos gusta, pero a la vez llena de dulzura.

Levanto la vista de nuevo, y simplemente sonrío. 

Te muerdes el labio en una sonrisa negando con la cabeza, como quien me da por perdido, y vuelves al cuarto de baño.

Sí, creo que sé algo en esta vida.

Sé que huelo ese perfume dulce tan tuyo, que ahora al salir de la ducha es más intenso que nunca, y quiero quedarme a vivir en él para siempre. Sé que aunque ahora me veas aquí, aparentando pasotismo y prestándole más atención a un absurdo cubo de Rubik que a tu pregunta, en realidad el corazón me está latiendo a reventar sólo por tenerte cerca, y que así pasa siempre desde la primera vez que hablamos. Sé que cuando escuché mi nombre en tu voz supe que esa era la boca elegida para él, que no quería que ninguna otra chica lo pronunciara jamás.

Sé que jamás voy a lograr armar un cubo de Rubik, pero que no tiene importancia. 

Porque hay cosas que crees que son importantes hasta que aparece algo importante de verdad, y entonces te das cuenta de lo equivocado que estabas.

Y sobre todo sé que quiero vivir de flor en flor: de todas las que tú tienes por el cuerpo. 

Porque eres jardín cuidado y tranquilo y selva indomable y misteriosa, eres paraje natural para ir con la familia y bosque profundo. Y quiero conocer todas tus flores, su tallo, sus pétalos, su color y sus espinas. Quiero saber de ellas, conocer su historia, y conocerte a ti.

Quiero verte salir una y otra vez de la ducha, saber de todos los productos que tienes para el cuerpo/pelo/cara y que me preguntes todos los días de tu vida si sé dónde está tu bolso aunque nunca vaya a saber la respuesta.

La única respuesta que me importa la tengo delante de mis ojos.

Yo me muero por ir de flor en flor.

Pero de todas las tuyas.



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