A ojos de algunos será una persona fascinante, en los de otros una completa idiota. Demasiado ruidosa o toda alegría. Deliciosamente romántica o terriblemente empalagosa. Cualquier persona será siempre una u otra cosa en función de quien lo esté valorando, pero nunca dejará de ser un conjunto único de sentimientos, carácter y filosofía de vida. Alguien, para bien o para mal, inigualable.
Lejos de tener esto en cuenta, nos empeñamos en vivir en lo que yo llamo: "La teoría de los clavos". Tratamos de olvidar al clavo anterior con uno nuevo, como si fuese del mismo tamaño. Queremos que llene los mismos vacíos, que se ría igual y que nos haga sentir idénticas emociones. En definitiva, a base de martillazos, intentamos que el nuevo clavo nos haga sentir lo mismo que el anterior, y, por supuesto, sin dejar ni rastro de éste.
Lo que pasa es que no queremos darnos cuenta que no sirve de nada hasta que terminamos por comprobar que buscamos un sustituto para donde antes hubo alguien y ahora sólo queda su recuerdo. Y con intención de esquivar esta realidad, forzamos relaciones pensando que saldrá bien mientras que sólo conseguimos abrir nuevas heridas y, a la vez, reabrir las anteriores.
Conmigo no cometas ese error, no entiendo de moldes o tallas, únicamente de lo que siento a tu lado.
Y sólo quiero que sepas que a ti estoy dispuesto a clavarte donde nunca me he clavado a nadie.
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