Qué ridículo se siente uno cuando se pone a pensar en todo lo que no ha intentado porque algún gilipollas le dijo en algún momento que no lo podía conseguir.
Y qué gustazo cuando te pones a pensar en las cosas que sí te atreviste. En las que salieron bien y te hacen sentir orgulloso. O en las que salieron mal y te sacan una sonrisa las recuerdas.
Locuras.
Y decir sí cuando vengan.
Ese es el secreto.
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