lunes, 7 de septiembre de 2020

Arte es ella

 Ella dice que es imposible no enamorarse de “mi arte”. De la forma que tengo de hacerlo, de sentirlo, de llevarlo tan estrechamente ligado a mi vida.

Dice que “envidia” la capacidad que tengo para crearlo, que admira la manera en que nace en mí naturalmente, haberlo hecho mi profesión, mi habilidad de transmitirlo.

No entiende nada. Absolutamente nada. 

No se da cuenta que arte es ella.

Porque para mí arte es la forma que tiene de recogerse el pelo, haciendo esos movimientos de manos rápidos y precisos sin ser consciente de ellos siquiera, esa manera de en cuestión de segundos hacerse ese recogido dejándose varios mechones sueltos sobre la cara que hacen que la obra de arte más bonita del mundo se muera de envidia ante ella en ese momento.

Para mí arte es la manera que tiene de quitarse las medias, desenrollándolas suavemente tras el paso de sus dedos, dejando desnuda la piel de esas piernas donde me escondo entre ellas y jamás he encontrado refugio más seguro en esta vida.

Para mí arte, lo que se dice arte, es la forma en la que ríe a carcajadas, esa risa tan contagiosa que tiene que hace que sea inevitable reír con ella cuando la oyes, las lágrimas que le salen y ese suspiro que da cuando por fin empieza a amainar seguido de su” ay por favor”. Y esa sonrisa congelada que se le queda justo en ese momento. Ese instante, ese preciso instante, es arte, y nadie ha hecho ni puedo hacer más ni mejor ni más grande que el que ella crea en ese momento.

Para mí arte es su forma de hacer bonito todo, la ilusión que veo en sus ojos cuando tengo algún pequeño detalle con ella que cuando lo tuve con otras me hicieron sentir iluso por no ver en ellas la reacción que creía, la forma que tiene de mirarme sabiendo que yo aún tengo dudas de vez en cuando y su manera de decirme, sin articular una palabra, que al final acabaré viendo que con ella no tengo nada que temer.

Que con ella no tengo nada que temer.

Para mí todo lo que no sea pronunciar su nombre cien mil veces no es arte.

Todo lo que no sea verla dormir tranquila y sentir su respiración no es arte.

Todo lo que no sea esa sensación cuando me llama por mi nombre y me paro a apreciar lo inmensamente lleno que me hace sentir oírlo en su voz no es ni jamás será arte.

Ella dice que es imposible no enamorarse de “mi arte”. De la forma que tengo de hacerlo, de sentirlo, de llevarlo tan estrechamente ligado a mi vida. 

Y yo la miro, y sonrío, y vuelvo a pensar que no entiende absolutamente nada.

Arte, lo que se dice verdaderamente arte en mayúsculas, es ella.

Y nada más que ella.



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