Digamos que E es "la chica huracán".
Con ella me ilusioné de verdad. Todavía recuerdo cómo la miraba embobado cada vez que me contaba algo. Cómo le hablaba de ella a mi mejor amigo. Su pelo moreno, su risa fácil y contagiosa, y todas sus teorías e ideas. Era una de esas personas que un lunes a las diez de la mañana ya tenía una historia que contarte. Con ella era fácil perder horas y horas hablando de todo y de nada. Me atrevo a decir que es la chica con la que he alcanzado las cotas más altas de ilusión en toda mi vida. Ella, para mí, fue como esa chica de película que nunca se fijaría en alguien como yo, pero que, por lo que sea, se fijó. Un tiempo, al menos.
Al final la cosa no funcionó. Fueron muchos meses tratando de entender por qué narices no funcionó. Sinceramente, fueron hasta años, dándole vueltas a esa incógnita.
Ahora lo sé. No funcionó porque a veces las cosas no funcionan y ya está. Porque simplemente no se dan o porque no son para nosotros. Porque quizás, aunque no crea en el destino, cuando alguien se va es para dejar hueco a alguien mejor.
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