lunes, 21 de enero de 2019

El bucle

Hace ya más tiempo del que parece, casi prefiero ni contar cuánto. Pero lo reconozco: me ilusioné contigo. Normal, tienes esa capacidad de enganchar con la primera palabra.
Y así fue. No iba a ser conmigo una excepción. No podía pedir absolutamente nada más. Cada caricia tuya me revolucionaba tanto que no podría explicarlo con letras. Eso era suficiente para comer de tu mano, al menos por un rato. Además, esa brutal mezcla de ser capaz de enfadarnos y volver a enamorarnos en el mismo día, bien sabes que termina enganchando. Para pasar de ni mirarnos en horas a clavarnos las pupilas mientras nos corríamos.

Y ya sabes qué pasa cuando alguien lo da todo, y el otro lado va a semanas. Todo se rompe, pero lo peor es que nunca (o al menos casi nunca) del todo.

Y ahí estamos, ya ha pasado bastante, ya apenas nos vemos. Digamos que me prohíbo hablarte. Algunas veces he caído, con tus oportunos mensajes diciendo que me echas de menos, y terminamos en el mismo bucle. De tú poder con todo, y yo caer con todo. Otras, sacando fuerzas de las que ya no me quedan, he apagado el teléfono.

Me prometo por las noches que no habrá una próxima vez, algunas, incluso, me lo creo un poco. Me preguntan si todavía pienso en ti, y, joder, pues digo que no, que eso ya está más que olvidado. Y ojalá, ojalá fuera así y pudiera no quererte, pero te quiero.

Defreds


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