Ha pasado mucho tiempo, pero es imposible olvidar cómo nos conocimos. Así, a simple vista, seguro que casi nadie daría un duro por nuestra amistad. Se nota que no saben cómo disfrutamos las cosas.
Tú me entiendes, incluso cuando parece que no lo hago ni yo. Sabes cuándo abrazarme, aunque yo te diga que no me pasa nada. Sabes cuándo necesito salir a tomar una copa o cuando ya no debo tomar una más. Sabes todo de mí: cuándo me empieza a gustar alguien o cuándo alguien no me inspira. Y lo entendemos mirándonos a los ojos.
No permites que me atranque en casa los días de mierda. Me obligas a salir y no hay más que hablar. Te acompaño a conciertos que me importan una mierda porque sé que te hacen ilusión. Y los días que estamos lejos, me mandas mierdas al WhatsApp. Y no me olvido, al contrario, tengo la sensación de que nos queremos todavía más.
Tus regalos no son los más caros, pero siempre consigues sorprenderme con lo más original.
Ha sido así, como las cosas más bonitas, poco a poco, dándonos cuenta de que somos inseparables, y de que algunas veces la familia se hace corta y se le añade alguien que no tiene la misma sangre, pero lo parece. Dos palabras: te quiero.
Defreds
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