Quinientas noches, dicen. Bah.
Pues sí, demasiado insuficientes quinientas
para olvidar ese brillo en la mirada.
Siempre me gustó pasear por el filo de tu boca.
Aun sabiendo que algún día me tocaría
caer por asomarme demasiado.
Y ahora me noto caer al vacío. Y ya no hay paracaídas.
O me rompiste antes de dejarme caer.
Defreds
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