Venga va, os voy a contar una historia...
No estoy muy segura de escribir sobre él, porque es aún alguien a quien me quiero guardar y no exponerle mucho, ahora os cuento por qué.
Es difícil escribir sobre un tema que abarca tanto y en el que hay tanto que decir pero bueno, lo intentaré. Le conocí por una red social. No entraremos en detalles, aún. En el peor momento de mi vida, en el caos de mi realidad. Pero bueno, me puse la armadura y accedí a hablar con él. Supongo que me obligué. Mis amigas no paran de decirme que salga, que conozca gente, que me abra... pues así fue.
No era nadie, nada. No había sitio para él, pero poco a poco, fue una distracción. Era lo único agradable del día. Y no digo bonito, leer textualmente, porque es complicado. Agradable. Alguien que te lee, te comenta, te lleva la contraria, te rebate algunos puntos... Bien, pasamos al siguiente adjetivo. Interesante. Quizás, ¿atrevido? La cosa se nos fue de las manos un jueves, cuando no sé, supongo que la cabeza a veces se despista y deja al corazón actuar... Y le conocí, a él y a su moto. (Si habéis leído mi anterior entrada, sabéis qué opino de las motos... Otro que me venía a vender algo. Pero yo soy más lista).
Del primer contacto, (por cierto, no iba sola. Chicas, intentar no ir solas), no recuerdo nada destacable la verdad, estuve bien, pero es que no había sitio para él. En mi mente no había sitio para nadie y en mi apretada vida, tampoco. Me juré tras haber accedido a quedar, que una vez se quedara satisfecho en su afán de conocerme, no le volvería a ver. Ese era mi plan. Total, no soy nada del otro mundo, seguramente me conocería y pensaría, dónde me he metido. Adiós.
¿Sabéis para qué vale planear todo? ¿Tener todo bajo control? Para que nada salga como quieres. Intentarlo. Hacer un plan. No va a salir. Porque le volví a ver, ¿en unas semanas? No... Al día siguiente, con otra amiga, con una langostina. Y mi pensamiento fue, ya se cansará, verá como soy, verá que no cumplo sus expectativas, o peor, le gustará alguna de mis amigas y le haré un regalo de Navidad. Ese día nos vimos dos veces. Y era algo que no entendía en absoluto. Creerme si os digo que yo no soy la simpatía en persona, ni guapa, ni nada... de verdad. Soy sosa, porque voy con mi armadura, preparada para todo. Pero hay algo que sí que fui. Y es el primer chico con el que he actuado así, siendo yo misma desde el minuto uno. ¿Sabéis por qué? Porque no era nadie, porque no intentaba impresionarlo, porque no tenía ninguna expectativa con él, porque no me importaba... Él se daría cuenta, se iría y volvería a mi caótica vida.
Pero no fue así. No se va, no se ha ido. Hemos seguido quedando, solos, acompañados, con moto, con coche, con perro... Y no se va. Primero, conoció mi peor versión, ya sólo quedaba conocer lo poco bueno que hay en mí, junto con mis miedos e inseguridades. Y ahí está.
Me siento como en una partida de ajedrez, analizando cada uno de sus movimientos para yo actuar en consecuencia, viendo como responde, como anda, como me lleva la contraria, incluso cuando me lo paso bien con él, y me relajo, evalúo cada momento. No voy a volver a darlo todo a la primera, voy a ir con pies de plomo, voy a ir muy despacio, y si él quiere, seguirá ahí. Conozco su historia, no en profundidad, pero me hago una idea, y estamos en el mismo punto de la historia. Eso es un punto a nuestro favor.
Pero supongo que algo cambió en el cine, no. En el cine no, en un café, rodeada de libros, ¿cómo no? Antes del cine. Cuando me contó su historia. Cuando empecé a fijarme sólo en la persona, en cómo piensa, en cómo actúa, sus ideas, sus planes frustrados, la historia de cada uno... Al final vas atando nudos, vas cuadrando piezas que parecían no encajar. Vas conociendo, al fin y al cabo, a esa persona. Y él sin saberlo, apuesto lo que sea... Abre una ventana de la Gran Muralla. Y empiezas a ver detalles, empiezas a analizar todo desde aquel jueves... ¡Vaya, parece que algo ha cambiado! Parece, que puedo dejar la armadura a un lado, cerca de mí, por supuesto... Y de repente... entra en tu vida, se hace un hueco donde no lo había. Y sacas tiempo para quedar, simplemente porque te apetece. Sin expectativas, sin futuros, sin etiquetas, y haces lo que quieres siendo tú misma. Y la historia cambia...
Sí, continúas con tus miedos, con tus inseguridades, con tus historias en la mochila. Pero la historia ha cambiado. Hay algo que me gusta y es que me dejen claras las cosas, porque me pone muy nerviosa pensar que puedo estar haciendo algo mal o que puedo dañar a alguien sin querer... Sé lo que se siente... Y no paraba de decirle, dime lo que piensas, dímelo porque sino no sé cómo actuar. Hoy ha sido claro. Hoy se ha abierto, y así es más fácil. Somos lo que somos, con nuestras heridas abiertas, con las que están en proceso de curación, con nuestras cicatrices... Esto es lo que somos. El tiempo lo cura todo, y ahora contamos con alguien más para apoyarnos cuando lo necesitemos, y para mí es el mejor de los caminos, porque creo que es el correcto.
Si me paro a pensar en lo que quiero, quiero que mi pareja sea mi mejor amigo, al que le cuente todo, el que esté ahí, el que me haga un hueco un su vida sin apenas modificarla, que me enseñe cosas nuevas, que proponga, que me diga que esto que hago no está bien... que se atreva a luchar contra mis miedos, que derribe esa muralla. No es fácil, pero es que lo fácil no nos gusta. Tenemos ese punto masoca. Y si lo pensáis, quien se queda... es quien merece la pena.
De momento, no hablamos de sentimientos. Me han saqueado. Lo sabe desde el primer día. Me han dejado viviendo en mis propias ruinas, sobreviviendo al día a día. Pero hoy, también, he cerrado ese capítulo. Porque no me lo merezco, y no se lo merece el que viene, sea este chico u otro. Porque un clavo no saca otro clavo. Porque no voy a perder el tiempo examinando si esto va a funcionar o no, más que nada porque no depende de mí sólo. Pero algo tengo claro, esta vez me quedo. No voy a huir. Esta vez, no le elijo a él, me elijo a mí, me permito probar, confundirme, me permito vivir y todo lo que ello conlleva.
Esta historia será o muy larga, o muy corta. Lo dejo en manos del tiempo. Yo me voy a dedicar a vivir el momento.
Patricia Izquierdo Díaz
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