jueves, 24 de enero de 2019

Mi peor enemigo

Necesito una ducha de esas que curan todas las heridas que llevo en el alma.

Pero antes de meterme bajo el agua me miro al espejo. Veo esas ojeras que llevan semanas ahí tatuadas, que no se esconden ni debajo del maquillaje, veo como poco a poco han ido desapareciendo mis mofletes, el color rosado de mis mejillas convirtiéndose en blancas. Es una cara sin expresión, maltratada por el dolor, quemada por las lágrimas.

Mi cuerpo ha menguado, pero sigue lleno de imperfecciones que borraría restregando con la esponja y con el jabón. Es un cuerpo que no merece ser visto... ni tocado. Me analizo cada parte de mí, de lo que soy. Y no me gusto. Realmente nunca me he gustado.

Si me quedo fija mirándome a los ojos, soy capaz de ver más allá de lo exterior y lo estético. No sé si alguien ha encontrado esta ventana que da al interior, pero... a nadie le gustan los pisos que dan hacia los patios o interiores. Son los menos valorados. Pero yo me he quedado fija mirando. 

Me veo el cambio que he dado en estos meses, me veo hundida y me veo fuerte, me veo riendo y me veo llorando. Me veo aprendiendo y enseñando. Veo un mundo ahí dentro que luchar por salir. Y de repente caigo...

A esa a la que miro a los ojos, a ella que me mira con mis mismos ojos... es mi peor enemiga.

Patricia Izquierdo Díaz


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