sábado, 12 de enero de 2019

Te quiero con los ojos

De cosquillas en la espalda, pasé a deslizar mis dedos por tu espalda. Qué bonito sabía el verano besando tu cuello. Qué paraíso probar tu boca. Tu cama era nuestra isla desierta. Y si solo pudiera llevar tres cosas, te llevaría sin ropa tres veces. La tuya interior adornaba la alfombra mientras te sentabas encima de mí. Saboreaba tu pecho mientras sudaba tu frente escondida en el flequillo. Tus caderas eran volcanes de calor, desprendiendo lava. Entraste en erupción. Gritabas algo, parecía un «más...». Todo se aceleró, se llenó de gemidos. El Niágara en las sábanas. Dormimos totalmente desnudos, y la verdad que no había belleza más perfecta que oírte respirar, ahí tumbada, simplemente.

Esa noche de calor de verano nuestros cuerpos desprendían ganas sinceras. Esas que desprenden los que se desean, pero mucho más allá del sexo. Los que tienen ganas de explorarse, ganas de no dejar ni un centímetro sin besar. Demostrando quererse sin decir ni una palabra, gritando «te quiero» con los ojos cada vez que están a punto de explotar.

Dos... tres...


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.