Qué revolución cuando llegaste. Te besaba la boca en todas las del metro. Pasé de no querer a nadie a quererte a ti a todas horas. Me reventabas de placer y aún, siempre, quería darte el doble.
Pero tú ya no estás, y ya no digo conmigo, digo contigo misma. Que no te reconozco. Dónde se quedó aquella persona que me hacía reír cuando me metía un dedo en el ojo casi sin querer.
Y ahora cada vez tengo menos recuerdos de ti, he empezado a dormir algo mejor, se acabó el cuento. No sé mucho de ti, no sé si sabrá tu papá por dónde andas, que le tiras los tejos a las drogas que tan bien te pintan esas malas compañías.
Bailas, bailas mucho más en las discotecas de moda, más tiempo. Pero sin sonreír. Mezclando cosas raras. Y, cuando te despiertas, ya no recuerdas nada.
Con lo que molabas, ahora siempre eres sombra de lo que un día fuiste.
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