sábado, 29 de junio de 2019

Conversaciones nocturnas

Dicen que por la noche las conversaciones son más profundas, y que realmente son sinceras. La nuestra ayer lo fue. Eras las dos de la mañana y tú te preocupabas por mi como siempre. Siento que desde hace unos días estamos un poco más distantes. Sé que algo se cuece en esa cabecita tuya, pero no llego a adivinarlo. Tampoco quiero preguntar. Tus respuestas me dan miedo por ser tan sinceras como las mías. No nos escondemos. Nunca lo hemos hecho, ni siquiera nos esforzamos por quedar bien. Discutir es nuestro deporte olímpico, y lo hacemos bien, de tal manera, que de una manera u otra volvemos.

Ayer estuve cómoda con un tema que me perturba bastante. Jugamos a imaginar. Ese juego no me gusta, porque en mi cabeza aparecen películas dignas de grandes premios, mundos paralelos de los que me enamoro, me crea una ansiedad y una impotencia... Que a veces, solo me limito a vivir lo que me ha tocado. Pero tú juegas a eso. A como sería una vida en común. Y la verdad es que sería envidiable, no perfecto. Nosotros no lo somos. Seguramente sería una vida salvaje, a nuestra bola, sintiéndonos libres de todo, sin juegos, llevándonos sólo por los sentimientos, y tengo que apuntar, que en nuestro caso, dejarnos llevar por el corazón, es jugar con fuego...  Y yo tengo miedo a arder, como diría Beret. 

Que te quiero, es evidente. Que no puedo estar sin ti, también. Que jugar a ser novios, no me gusta, porque ya somos mayores para ese tipo de juegos. Y jugar a imaginar una vida de ensueño, duele. Y duele más creas expectativas que jamás se realizarán. Que podría ser bonito, sin tanto cuento, tan real... Pero no es el momento, serías mi vía fácil para huir de todo lo que tengo y no quiero eso. Si algún día me fuera contigo... Quiero que sea porque te amo, y no te quiera, porque quererte lo hago cada día. Pero quiero que sea especial para los dos, sin mariposas, pero de verdad. Sintiendo. Sintiendo que el paso que voy a dar, traerá consecuencias si sale mal, pero con la convicción de que haré todo lo que pueda porque salga bien, porque salga como nosotros queremos. Y aún no siento eso.

En el momento en que me colocaste a tu lado como amiga, mataste cualquier sentimiento más allá de la amistad por ti. ¿Qué iba a hacer? Sufrir cada vez que hablabas con alguien nuevo, antiguo o reciclado. Eras tú o yo. Y me salvé yo. Cerré esa puerta para siempre, y me conformé con ser tu amiga. El tiempo ha pasado desde aquellos inicios en los que te escribí hasta una novela. Y ahora, siento la mayor amistad que he tenido y tendré nunca. Que dudo que la gente entienda o incluso, haya sentido alguna vez lo que nosotros tenemos. Hablar contigo es como hablar conmigo. Sabes abrazarme cuando estoy en modo cactus. Sabes hacerme llorar para que suelte lastres. Sabes tocar cada una de las teclas necesarias para configurar mi felicidad. Eso para mí, es un nivel mágico de amistad, de la que dura, de la de verdad. Y con eso me quedo. No quiero más, porque contigo lo tengo todo. 

Ahora estás al otro lado. Te entiendo, porque hace años sufrí ese puesto. El de la amistad. Que también se sufre. Pero no te preocupes por nada. Aún no ha llegado el que te sustituya, principalmente porque no existe, y esto es un pack. Y porque aún no ha llegado el que me haga sentir única, especial y segura. Sabes que pido poco, pero lo poco que quiero, es que sea de verdad. Y aún no ha llegado la persona con la que me sienta completamente a salvo entre sus brazos. Que me diga que todo saldrá bien, porque estará ahí pase lo que pase o lo que es para mi la clave en una pareja, "todo saldrá bien, porque somos un equipo, y aquí compartimos todas las cargas". Un equipo, un complemento, un suma y nunca resta... Eso, aún no ha llegado. Y, querido pack, como te he dicho antes, no tengo prisa por que llegue... Tengo las mejores amigas del mundo, y te tengo a ti. No necesito más.

Patricia Izquierdo Díaz


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