Se le han vuelto a iluminar los ojos. Se le ilusionan y encienden a partes iguales. Con esa misma intensidad con la que repetía que ya nunca volvería a sentir nada parecido.
Se había cansado de promesas, decepciones y gritos.
Se equivocaba, porque da igual lo vivido, lo que pienses o sientas. El amor está ahí, da igual que lo busques porque así no funciona.
Después de tantos juegos de niños, que se cansan a los cinco minutos y buscan un juego nuevo. Después de tantas noches en vela y otras tantas de sexo sin más... Pues ahí aparece.
Es un pequeño cabrón que surge cuando menos te lo esperas, lo mismo que cuando se va.
No puedes esperarlo, ni reservarlo como un Cabify.
Ni siquiera es de cuento, es más de serie.
Lo que es seguro es que consigue que mañana quieras volver a ver sus ojos.
Unos brazos en los que ya no se siente dentro de un resort de vacaciones. Suena más a hogar para siempre.
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