Todo el mundo pensaba que no podías y que, además, no debías. Que así estabas bien, con tu trabajo estable, con las mismas cosas todos los días. Esclava de un sueldo y escondiendo los sueños en el cuarto de la plancha.
Con la rutina que este mundo marca como buena.
Cuántas dudas, cuántos miedos al qué dirán, al cambio lanzándote al vacío.
Pero, al fin y al cabo, tú no entiendes la vida sin arriesgar. Nunca es tarde para un cambio que te haga un poquito más feliz.
Cogiste todos los miedos por el cuello y, por un momento, dejaron de gritar.
Y mírate ahora, con todos los sueños bailando canciones de Rosalía. Con todas tus dudas admirando cuadros de Van Gogh.
Y sabiendo que nunca es tarde, que arriesgar siempre va a merecer la pena, que tú nunca te conformas.
Que sabes lo duro que está siendo, pero, aun así, sales con fuerzas cada mañana, chaqueta de cuero, un bostezo y tus ganas de comerte el mundo.
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