Mis padres viven en un A. Cuando era pequeño, en el C vivía una pareja de ancianos. Al menos para mí y mis cinco años, eran ancianos.
Recuerdo una noche que mis padres tenían que ir al hospital para ver a un familiar y cené en su casa.
Me llamó la atención que ella tenía el pelo muy muy blanco y él unas gafas enormes, con unos cristales supergruesos. Y tenían tres gatos que siempre correteaban por la casa.
Fui creciendo, pero siempre les guardé un cariño especial. Siempre estaban juntos, paseaban juntos, hablaban mucho de política y de libros, aunque yo no entendía todo.
Recuerdo que una noche, en su cuarenta aniversario, se vistieron elegantes para ir al teatro. Acurrucados bajo un enorme paraguas.
Hoy, que ya no vivo en casa de mis padres, mi madre me llamó para contarme que la señora Garrido había fallecido, tres días antes de las bodas de oro.
Y me acorde con pena de Pepe, que así se llamaba el hombre.
Veinticuatro horas tardó en reencontrarse con Angelita.
Porque algunas veces el amor es para siempre. Porque algunas veces te quedas tranquilo sabiendo que lo has dado todo. Y aquí abajo, el todo era compartir momentos
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