Sin casi darme cuenta me enfrento una vez más a la pantalla del móvil, con las ganas de escribirte intactas. De saber de ti una vez más. Si has dormido bien, si me echas de menos, aunque sea un poco. De enviarte una canción que irremediablemente siempre me recuerda a ti.
Me muero de ganas de preguntarte si has tenido ganas de escribirme, aunque fuera un sábado por la noche a las tantas de la madrugada.
Y, normalmente, tus respuestas son vagas, cortas e irremediablemente frías. Como el invierno, como tus sentimientos apelotonados en algún lugar, perdidos sin mapas.
Me da rabia, mucha rabia, darme cuenta de que yo siempre tengo ganas de escribirte, de contarte cómo ha sido el día hoy. Y tú, simplemente, me respondes (con suerte).
Sale de mí, no sale de ti. No es lo mismo querer que desear. No es lo mismo charlar que contestar.
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