El viernes volví a hacerme pedazos. A sentirme pequeña. Intenté ser grande resurgiendo de mis propias cenizas. Intenté imponerme ante la situación y sacar toda esa mala leche que tengo para a gente. Hay personas que sacan lo peor de ti. Tu peor versión, una que ni conocías. He descubierto que puedo expulsar veneno por la boca, incluso llegar a ser una persona violenta al intentar defenderme en una situación muy delicada y con una persona muy allegada a mí. Os vuelvo a hablar de ese tema que no puedo contar.
El viernes me hice pedazos de la explosión que pegué. ¿Se puede morir un corazón que se desangra lentamente? Un corazón que creía una piedra. El mío estalló en tantísimos pedazos que algunos los perdí en ese momento. Por mucho que los pegue, no quedará igual. Ya no hay lágrimas, ya no hay nada por lo que merezca la pena luchar. Así que cogí el coche, y fui a mi refugio. Se lo conté al motero. Y se fue de la lengua. Creo que porque no tenemos más grupos en común, pero gracias a él, mis amigas se han enterado de todo.
No era un tema que iba a contar. De hecho, él sabe poco, casi nada, le he dado largas. No quiero hablar del tema. No quería contárselo a nadie. Mi huida al pueblo, era una simple escapada, hasta que todas, ante la alarma de él, me preguntaron. Algo tuve que contar. Les dije aún menos que al motero ("lo de siempre"). A ellas les importo más, y sé que se sienten impotentes ante este tema. Por supuesto, al bollo lo mantuve al margen. Porque él arrasa por donde pasa. Es muy parecido a mí. Hubiera ido detrás de mí a pararme, y así lo hizo, en cuanto vio una historia en el Instagram. Tiene un sexto sentido para saber cuando las cosas están mal y cuando se ponen peor. Supongo que me tiene cogida la medida. Supongo que sabe que si yo no le cuento nada, es que es grave de verdad. Porque siempre le evitaré cualquier pena, y si esa pena soy yo, mejor me lo pone.
Ha sido un fin de semana raro. He montado a caballo, me he ido con Bambi e India al río. He estado como me gusta estar en el pueblo, salvaje. Allí no hay maquillaje, ni ropa, ni soy nadie especial. Soy yo. Y me gusto así, sin tener que gustar a nadie. He tomado el sol, he corrido tan rápido que las piernas no eran capaces de seguirme el ritmo, he subido hasta esa piedra que me tiene enamorada, que me hace sentir que tengo el mundo bajo mis pies. Y todo sin móvil, sin fotos. Momentos que se han quedado para mí. He sido totalmente yo. Pero no he descansado, supongo que el domingo es más rápido que mi mente, y he tenido que volver. La vuelta a la realidad. Sigo rota, sigo hecha una auténtica mierda... Así de claro os lo digo.
Tuve también una pequeña sorpresa del motero y una amiga sobre la que tengo aún que pensar. De momento lo dejaré pasar, no me preocupa. En mi amiga confío plenamente, y a él... depende del día, cada día me descoloca más. Es un reto para mi, llegar a entenderlo, pero ahora mismo... No puedo conmigo misma como para poder con otros temas.
Soy capaz de sonreír, de fingir muy bien, de hablar con mis amigas en el WhatsApp y callarme todo lo que llevo dentro. De estar llorando por dentro y estar sintiendo que el pecho te ahoga, pero no expresar ningún tipo de emoción. Creo que han acabado conmigo, y si ese era su objetivo, enhorabuena, has ganado tú. Y yo me rindo. He leído hace un rato que los valientes son los que tocan fondo porque los cobardes no son capaces ni de mojarse los pies. No estoy de acuerdo, no lo sé. No me creo valiente por llorar una vez por cada vez que río como diría Fito. No me creo valiente ni fuerte cuando ya no sé qué camino elegir y me frustro cuando no encuentro soluciones. Eso me hace pensar que soy un fraude para las personas que me admiran. Pues... Siento deciros que esta es la verdad, ni soy fuerte, ni soy lista, ni valiente, ni inteligente, ni guapa, ni simpática, ni nada de nada, de nada...
Belén dice que hay pegamentos especiales para corazones rotos. Supongo que ella es la romántica de las dos, pero esta vez no ha sido un chico quien me lo ha roto... Ojalá os pudiera contar más... Pero hablar duele, y respirar también. Esta vez escojo de nuevo el camino fácil... Piso el acelerador, y olvido al mundo que veo pasar a mi alrededor, y me siento libre, y acelero...
Patricia Izquierdo Díaz
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