De repente te veo abrir el libro. Hojear. Sé lo que estás mirando. Ya lo sé..., no hace falta que digas más. Un montón de palabras, algunas sin sentido. Otras bastante borrosas. Yo qué sé. Tal vez hasta estás viendo los tachones y los borradores. Las páginas rotas hechas una pelota. Y luego me ves a mí volviendo a construir todos los pedacitos de las páginas que rompí. Así soy. De las que rompen las cosas cuando no está convencida de ellas. De las que se dejan llevar por los impulsos, aunque algunas veces no sean coherentes.
¿Qué dices? Ah, ya, lo sé. Y lo siento. No quería que sintieras que has estado perdiendo el tiempo, supongo que por eso intento disculparme antes de que me eches la culpa. Pero yo avisé. No todo lo que leas aquí tendrá sentido. Y cuántas otras cosas leeré y pensaré que por qué las dejé escritas. Una de cal y otra de arena. A veces sal y otras tantas azúcar. Me gusta el silencio y otras veces necesito ruido.
Esta soy yo. Caos. El placer es mío.
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