domingo, 11 de noviembre de 2018

Extrañar es el precio que se paga por vivir momentos inolvidables

Es domingo. Y a todos nos da por hacer reflexiones, como si fuera a cambiar algo cuando llega el lunes. Y os tengo que decir un secreto, la vida sigue igual los lunes, de hecho continúa igual hasta el siguiente lunes. Nos metemos en la monotonía del día a día y estás reflexiones domingueras quedan en el olvido.

¿Se puede echar de menos a una persona que apenas conoces? Me da miedo hablar claro, o expresar lo que siento, porque aún no estoy segura de lo que siento, en ningún aspecto, y los domingos son muy traicioneros, igual que las conversaciones de madrugada. No son fiables, ni los te quieros de después de un polvo.

El caso, es que cuando describo al hombre perfecto. A mi hombre perfecto, siempre digo que ante todo necesito que sea mi amigo, que esté ahí siempre respetando mi espacio porque enseguida me agobio y me entra los calores. Más o menos como en la vida real. Quiero a un amigo al que poder contarle todo, hablar de todo sin tapujos, sin segundas interpretaciones, con el que poder reírme de cualquier cosa que nos ocurra. Con el que la vida sea fácil, sin complicaciones. Y lo más importante, que me permita ser yo misma. 

No sé, estoy muy perdida en este momento en el que necesito "mimitos" pero quiero... necesito, a alguien a mi lado, que me enseñe la parte romántica de la vida, lo bonito que es descubrirse poco a poco, que la vida no es todo ¡ya y ahora! Que me enseñe a la par la belleza de una catedral como de la vida sin estrés. Que me quite esa pila que me sobra. 

Parece que he escrito la carta a los Reyes Magos. A veces me pierde la boca cuando quiero a un bruto que me haga de todo en la cama y fuera de ella. Pero, ¿eso es lo que me hace feliz?  ¿Realmente eso es lo que quiero para mi vida? No, eso es lo fácil. Lo difícil es hacer frente a alguien que te impone porque te importa, porque en lo más profundo de tu ser, sabes que es lo que te gusta. Lo que llevas tantos años buscando. Las tornas cambian. Yo ya no llevo las riendas de la situación. No me siento segura en nada, mis miedos aparecen de nuevo. La vida me ha sorprendido y yo me he dejado sorprender. Y esta es la factura: extrañar es el precio que se paga por vivir momentos inolvidables.

Patricia Izquierdo Díaz


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