La historia de mis días
me ha hecho partidario de vivir
largas noches de amor,
y morir en naufragios repentinos.
Largas noches de amor
para beber la lluvia de los amaneceres
que dibujan un círculo con dos cuerpos en medio.
Porque todo navega hacia la plenitud,
igual que las naciones, la luna y las banderas.
La memoria después se rompe como un mástil.
Nada desaparece,
aunque todo deriva a una costa fantasma.
Con su ir y venir las olas descomponen
los hombres y los rumbos,
los puntos cardinales de la espera,
hasta forzar despacio
un equilibrio hundido,
el pesa de una historia sin futuro.
Yo he visto ojos sin mirada,
profetas sin país,
reuniones sin palabras decisivas.
Y he visto
la costumbre de ser en un dolor que flota.
Recojo en mis deseos lo que la noche tira.
Aprender a vivir se parece al deseo
de morir en naufragios repentinos.
Luis García Montero
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