Era una tarde de verano y todo pasó «casi sin querer». Por aquel entonces eras aún una arroba. Permaneciste escondido tras una de esas puertas prefabricadas normalmente utilizadas en las casetas de feria. Tu postura corporal había discutido recientemente con tu mirada y ambas me mentían por ello. Fue nuestra primera vez, aunque para ell@s fuese lo menos importante. Traías una mochila repleta de emociones dispares de la que colgaba una anilla, de aspecto metálico.
Un año después todo sigue igual, pero distinto. Vuelves vaticinando un salto al vacío sin paracaídas de reserva. Has fabricado un laberinto de nubes repleto de lugares comunes.
Sé que nos observas cuando escribes y que anotas cada paso hasta que ella sonríe.
Algunos dirán que has madurado y otros simplemente ni hablarán. Pero, de todos ellos, ninguno podrá negar que estas páginas cosidas sirven de represa para la mar gruesa.
Deberías saber que no es justo conducir a tantas almas al borde del precipicio sin saber tan siquiera si están preparadas.
Todo esto para regalarme un billete, solo de ida, con la esperanza de llegar a tierra firme. Aún no he conocido a ningún marinero que haya surcado aguas completamente en calma, así que te recomiendo que no pierdas de vista el salvavidas.
Como receptor de este libro, no deberías asustarte si reconoces en sus líneas algunas gotas de sangre. Es normal. Aquí se produjo una operación a corazón abierto.
La forma física de este ejemplar puede haberte confundido, disfruta disfrazándose de lo que no es. En realidad es una llave. Una herramienta capaz de trasladarte a un domingo cualquiera en el que bajas al trastero para hacer limpieza y tropiezas, sin darte cuenta, con un cajón lleno de fotografías antiguas en las que te cuesta hasta reconocerte. Pero eras tú en otro momento agarrando la vida con las yemas de los dedos.
Aquí dentro vas a encontrarte con compañeros de viaje que creías conocer, pero te aconsejo que no te confíes. He visto miedo reflejado en aguas residuales. Esperanza tras la barra de muchos bares. Mentira agazapada en sábanas de hoteles. Muchos «yo también te echaba de menos» viendo pasar los días junto al botón «enviar» de WhatsApp.
Gracias por haber hecho de la sencillez algo superlativo.
María Cabañas Fernández (@customizarte)
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