He desempolvado viejos recuerdos. Por un momento he pensado
que si echo la vista atrás pueda seguir hacia delante.
Me siento estancada, agota y perdida. Necesito buscar un
camino. Y no sé, quizás haya veces que necesitemos pensar en lo que hemos
vivido para no cometer los mismos errores.
Sin dudarlo, he abierto el armario, he buscado una caja. Esa
caja. Mi caja. La caja donde metía lo que para mí tenía un valor incalculable.
La caja que contiene mis secretos, lo que para mí un día fue importantísimo. La
puñetera caja que era tan secretísima, que mi madre jamás podría encontrar y
que obviamente, ahora ni yo sé dónde está.
Vale en el armario, entre la ropa no está. Busco al fondo de
la estantería, detrás de los libros de "Kika Super Bruja". ¡Joder! aquí también
está la virgencita esta que me trajo mi abuela de vete tú a saber de qué pueblo, que me da un miedo que pa
que, pero mi madre no la tira porque dice que la da cosilla. Claro mama, no
vaya ser que el señor se nos enfade.
Detrás de los cds de María Isabel, porque yo también antes
me moría que ser sencilla y los de RBD, porque fui un poco rebelde… ¡está! Mi
caja de madera. La verdad es que la caja es muy fea, por que es una caja de
esta de los puros. Pero me la regalo mi abuelo, y oye, a mí me hizo mi apaño.
Creo que nadie pudiera pensar que dentro de una caja como esta hubiera secretos
de una adolescente.
Antes de abrirla, me pongo mis cascos. Y sin pensar busque
esas canciones que escuchaba antes. Y sin poder evitarlo me traslado a mi vida
de antes. A mi pasado. A la Belén que era una niña…
La caja está llena de cartas. Cartas de mis amigas
preguntándome que chico de la clase me parecía más guapo. Cartas de chicos.
Dibujos de corazones. Las entradas de cine de una película que era para mayores
de 18, pero mis amigas y yo nos colamos. Un CD de música que lleva una
dedicatoria de mi amiga del pueblo. Hay un llavero con A, de mi primer novio.
Ese que me duro toda la ESO, que era el más guapo del insti y al que le hice la
vida imposible porque él era muy soso y yo muy torbellino. Más cartas… y mi
diario.
En el diario están reflejado mis vivencias con el que ha
sido, hasta hoy, el amor de mi vida. Todas nuestras peleas, las
reconciliaciones, las canciones que nos dedicábamos, los comentarios que nos
poníamos en el Tuenti. Nuestra primera vez. Escribo detalladamente lo enamorada
que estaba. Pero también hablo de otra persona. Una persona que sigue en mi
vida, que es importante desde que tengo uso de razón. Y que siempre ha estado
ahí, a un lado. Acompañándome. Paralelo. Mi amor del pueblo. Con sus canciones,
con sus momentos en ese mundo, que era otro mundo para mi… ¡dios mío que
vértigo me está dando leer todo esto!
Cierro el diario de golpe. Por mis cascos suena “qué tal” de
fondo flamenco. Y sin poder evitarlo, lloro. Lloro como una niña.
Y caigo en la cuenta de que mi vida es un desastre. De que
siempre ha sido un desastre. Que soy un desastre. Pero no puedo evitarlo, me
gustan los desastre. Me han gustado siempre. Siempre he pensado que no todos
los desastres son horribles, porque hay desastres bonitos, que te provocan una
sonrisa. Y a pesar de que siempre nos empeñemos en buscar lo normal. ¿A quién
quiero engañar? A mí lo normal me aburre, me agobia, me satura. Qué la primera
que no es normal soy yo. Así que que creo que no voy tan mal. Q no estoy tan
perdida. Y aunque la terapia me ha hecho darme cuenta que voy desastre tras
desastre, porque es como mi seña de identidad. No estoy tan desencaminada. Y ¿Por qué? Porque estoy viviendo otro desastre
con nombres y apellidos que podre plasmarlo en mi diario, más adelante.
Belén Triguero Guijarro
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