lunes, 26 de noviembre de 2018

Desastre


He desempolvado viejos recuerdos. Por un momento he pensado que si echo la vista atrás pueda seguir hacia delante. 
Me siento estancada, agota y perdida. Necesito buscar un camino. Y no sé, quizás haya veces que necesitemos pensar en lo que hemos vivido para no cometer los mismos errores.

Sin dudarlo, he abierto el armario, he buscado una caja. Esa caja. Mi caja. La caja donde metía lo que para mí tenía un valor incalculable. La caja que contiene mis secretos, lo que para mí un día fue importantísimo. La puñetera caja que era tan secretísima, que mi madre jamás podría encontrar y que obviamente, ahora ni yo sé dónde está.

Vale en el armario, entre la ropa no está. Busco al fondo de la estantería, detrás de los libros de "Kika Super Bruja". ¡Joder! aquí también está la virgencita esta que me trajo mi abuela de vete tú a saber  de qué pueblo, que me da un miedo que pa que, pero mi madre no la tira porque dice que la da cosilla. Claro mama, no vaya ser que el señor se nos enfade.

Detrás de los cds de María Isabel, porque yo también antes me moría que ser sencilla y los de RBD, porque fui un poco rebelde… ¡está! Mi caja de madera. La verdad es que la caja es muy fea, por que es una caja de esta de los puros. Pero me la regalo mi abuelo, y oye, a mí me hizo mi apaño. Creo que nadie pudiera pensar que dentro de una caja como esta hubiera secretos de una adolescente.

Antes de abrirla, me pongo mis cascos. Y sin pensar busque esas canciones que escuchaba antes. Y sin poder evitarlo me traslado a mi vida de antes. A mi pasado. A la Belén que era una niña…

La caja está llena de cartas. Cartas de mis amigas preguntándome que chico de la clase me parecía más guapo. Cartas de chicos. Dibujos de corazones. Las entradas de cine de una película que era para mayores de 18, pero mis amigas y yo nos colamos. Un CD de música que lleva una dedicatoria de mi amiga del pueblo. Hay un llavero con A, de mi primer novio. Ese que me duro toda la ESO, que era el más guapo del insti y al que le hice la vida imposible porque él era muy soso y yo muy torbellino. Más cartas… y mi diario.

En el diario están reflejado mis vivencias con el que ha sido, hasta hoy, el amor de mi vida. Todas nuestras peleas, las reconciliaciones, las canciones que nos dedicábamos, los comentarios que nos poníamos en el Tuenti. Nuestra primera vez. Escribo detalladamente lo enamorada que estaba. Pero también hablo de otra persona. Una persona que sigue en mi vida, que es importante desde que tengo uso de razón. Y que siempre ha estado ahí, a un lado. Acompañándome. Paralelo. Mi amor del pueblo. Con sus canciones, con sus momentos en ese mundo, que era otro mundo para mi… ¡dios mío que vértigo me está dando leer todo esto!

Cierro el diario de golpe. Por mis cascos suena “qué tal” de fondo flamenco. Y sin poder evitarlo, lloro. Lloro como una niña.

Y caigo en la cuenta de que mi vida es un desastre. De que siempre ha sido un desastre. Que soy un desastre. Pero no puedo evitarlo, me gustan los desastre. Me han gustado siempre. Siempre he pensado que no todos los desastres son horribles, porque hay desastres bonitos, que te provocan una sonrisa. Y a pesar de que siempre nos empeñemos en buscar lo normal. ¿A quién quiero engañar? A mí lo normal me aburre, me agobia, me satura. Qué la primera que no es normal soy yo. Así que que creo que no voy tan mal. Q no estoy tan perdida. Y aunque la terapia me ha hecho darme cuenta que voy desastre tras desastre, porque es como mi seña de identidad. No estoy tan desencaminada. Y  ¿Por qué? Porque estoy viviendo otro desastre con nombres y apellidos que podre plasmarlo en mi diario, más adelante.

Belén Triguero Guijarro




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