Me dueles cuando callas. Cuando finges saberlo todo porque de repente dejo de sentirte. Me dueles cuando ya no estás. Cuando no tengo apuntada en el calendario la fecha de tu vuelta. Cuando sé que no volverás. Y fingiré cuando me pregunten por nosotros. Por ti. Fingiré con esa sonrisa vacía que tan poco te gusta. Me dueles.
Y el amor no duele, ¿sabes? El amor exprime todo lo que hay sin explorar. Caminos abandonados, de los que te ausentaste tú solo. El amor te revuelve todo y te descubre una y otra vez rincones que no recordabas. Y lo más maravilloso es que no dejas de sorprenderte. Aunque sepas que ya no se puede más. Chas. Ahí estás de nuevo inspirando pureza como si fuera la primera vez que respiras. Y con esto no pretendo abrirte los ojos. Qué va. A veces me gustaría que me los abrieran a mí, así que aquí tienes otro consejo más que no has pedido. De esos que a veces sirven y otras tantas van directos a la basura. Pero eso no me lo negará nadie. Y es que el amor NO duele.
El amor no duele porque el amor es eso, amor. Y amor no es más que una suma total de subidas majestuosas y bajadas que aceleran la respiración con tan solo verlas. Pero al final no es más que una suma. El amor no te divide, ni te resta. Sentirte pequeño no es una opción. Así que escúchame, tú que lloras cuando amas porque estás amando mal. Jamás dejes de creer en ti y en tu poder. En tus alas para volar y sentirte libre. El amor no ata porque el mundo es tu hogar. El amor es libre. Y el amor eres tú sin necesidad de nadie más que tú.
Que no te duela. Libérate.
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