lunes, 12 de noviembre de 2018

La canción que suena

No me gustan los finales. Nunca dejo que una canción acabe. Hay veces que es solo por inercia, otras es que me gusta tanto, que antes de que termine la vuelvo a escuchar. Mi vida se basa en canciones. Según lo que esté viviendo en esa época de mi vida le asigno una canción. Muchas las comparto con alguien, sin que esa persona lo sepa. Me hace recordarla, la escucho y me traslado a otro momento. Hacia un tiempo que escuchaba una canción. La canción que marcó mi verano, la he escuchado en bucle muchas veces. Pero he dejado que la canción termine, y solo puede significar una cosa… ha llegado el final de algo importante, necesito escuchar otra canción…

Puedo cantar mi canción del verano sin equivocarme aunque no la esté escuchando… “soñé un verano que se hiciera eterno, desde el momento en que vi tu mirada”. Juraría que escribieron la canción en el mismo momento en que nos conocimos, ya que luego dice “pero mi verano se volvió un invierno, cuando vi que otros brazos te esperaban, me congele mientras yo te esperaba” ese día yo abrazaba otros brazos, sonreía a otra persona y le miraba de reojo, mientras el gritaba para llamar mi atención. Parece que fue hace mucho cuando me escaneo con la mirada en silencio y sonrió.

No voy a mentir, mi primer pensamiento no fue muy agradable. Tenía la mente en otra cosa y el, me pareció alguien más. Él decía que ya nos conocíamos. E intentaba meterse en todas las conversaciones en las q yo hablaba, me reía y el me miraba… es como si supiera que tenía un dolor muy grande en el pecho. Que me reía con rabia porque mi orgullo estaba herido. Sus ojos marrones al otro lado de la mesa me observaban y sin saber muy bien porque, empecé a cogerle el gusto a eso de hacerme notar para que el memorizara cada uno de mis movimientos. Aunque nuestra canción empezaba a sonar…esa noche se acabó. Pero me lleve esa sonrisa guardada en el bolsillo.

Me hizo ilusión recibir una petición de amistad en el Facebook. Y en el Instagram. Y reconozco que vi todas sus fotos, leí sus comentarios y sentía una punzada en el corazón cuando se escribía con chicas. Aun así seguí con mi vida. Con mi caos de vida. Era alguien más.

La canción seguía sonando, el verano iba pasando, el calor asfixiaba y por fin llegaba mi mes de vacaciones. Ya no había dolor, aunque si un poco de rencor. Y mis hormonas estaban revolucionadas. Estaba alegre, contenta, feliz. Quería ver a mis amigos, salir, ir a la piscina, beberme el verano... tenía claro que iba a ser mi verano. Tenía claro que no quería nada serio, solo reírme y pasármelo bien. Quise ser un "zorrón" sin sentimientos. Y no sé si por casualidad o fue el destino, la primera noche que llegue, nos reencontramos.

Allí estaba él con un polo verde, detrás de una barra… sirviendo a la gente, hablando, riéndose con todo y de todo. Porque es una de sus grandes cualidades ¿sabes? Se ríe absolutamente por todo.  Y supe que nada sería lo mismo, que esa risa seria la que me contagiaría el resto de verano… lo que no sabía es que viviríamos muchas cosas en poco tiempo, que no solo nos darían la risa.

Me había puesto guapa, me acerqué a la barra a pedirme una cerveza, con seguridad, pisando fuerte. Nos miramos. Nos sonreímos, haciéndonos los sorprendidos, como si no esperáramos vernos aquella noche. Y discutimos. Así es como empieza nuestra historia de verano. Discutiendo.

Me miró descarado y yo perdí las bragas. Y de repente me di cuenta que era esa tipo de persona insoportable, seguro de todo, vacilón. Que sabe lo que hace. Y descubrí que estaba perdida… como mis bragas. Luchábamos por quedar por encima. Competíamos por ver quien quedaba mejor.  No podía dejar de reírme ante sus ocurrencias. Y nos proclamamos novios. De broma…

Entre broma y broma la verdad asoma… pero no sé si por orgullo o porque realmente tenía claro lo que no quería, decidí tomármelo todo como eso, una broma. Aunque llegué a un punto donde no sabía cuándo hablaba de verdad, y cuando en broma. Me desconcertaba, pero eso a su vez me mantenía enganchada. Tenía  esa especie de imán que todo lo atrae.

A pesar de estar en el mismo sitio, nuestras situaciones eran diferentes. Yo estaba de vacaciones y él estaba trabajando como si no hubiera un mañana. Desde el principio pensé que sería un impedimento, más que un impedimento, supongo que es la excusa que me puse a mí misma para ignorarle. Pero alguien cabezota como el, no se da por vencido ante el primer obstáculo. Sinceramente, creo que no era consciente de todos los que había, pero sin más, los fue saltado y poco a poco fue llegando a mí. 

Fueron muchos los días que no nos vimos, no coincidimos en ningún sitio, pero insistía en estar presente. Fueron muchos los mensajes los que intercambiamos, hasta que se convirtieron en llamadas. Debo de confesar que odio hablar por teléfono. No sé, aunque es más personal, prefiero que me escriban y poder contestar cuando me haya pensado lo que tengo que decir. Pero con él era distinto, quería escucharle, me gustaba que me llamara y salirme a la puerta de casa, sentarme en una sombra y hablar. Hablar de todo y de nada. 

Tenerle al otro lado de la línea riéndose de repente se convirtió en un hobby. En una tarea más de mis días de verano. Eran conversaciones sin sentido, no nos contábamos nada especial, solo nos reímos el uno del otro. Cuando colgaba el teléfono sonreía y me iba hacer otra cosa contando los minutos para volver a saber de él, que nunca fueron muchos. No me hacía esperar, queríamos estar presentes.

“Y ahora entiendo cuál es mi papel, nos queremos cuando nadie ve…”  agosto corría y sus ganas por verme aumentaban. Las mías también, pero tenía muchas  dudas y muy grandes, había límites infranqueables, personas a las que sentía que traicionaba. ¿Pero que me pasaba? ¿Dónde quedo esa parte de chica sin sentimientos que iba hacer lo que se le antojara? 

Me había metido en la boca del lobo. No sé cuál fue el momento en que me dio miedo perderlo todo, ni cuál fue el que me hizo dejarme llevar. Pero cuando paso me di cuenta de que habíamos perdido mucho el tiempo. Me di cuenta que era feliz con él. “te da vidilla tía” “no te baila el agua y eso es lo que buscas” “juega como tú, y eso te entusiasma” “que huevos tenéis, estáis hechos el uno para el otro” me decía mi amiga… y se me inflaba el corazón.

Sé que no se lo puse fácil, si ya de por sí soy una persona complicada, había muchas trabas que me tenían atada. Pero me entendía, y siempre intentó que fuera sencillo. Siempre pensaba en mí. Creo que lo que más me entusiasmaba de él, era su iniciativa. Sus ganas. Recuerdo la primera noche que quedamos a solas, estaba tan nerviosa… quedamos en un punto para que nadie nos viera. Era nuestro secreto. Llego con su coche blanco, me abrió la puerta y me encontré con la cara de un niño emocionado. Creo que nadie se había alegrado tanto de verme nunca. Supongo que fue su manera de demostrarme, que había ganado, otra vez. Había conseguido su objetivo. Lo que él no sabía es que me había dejado ganar. Que me moría por verle, que llevaba día soñando con estar a solas, que estaba tan nerviosa que parecía que nunca había besado a nadie.

Estar con él, en ese coche, bajo las estrellas fue fácil. Fácil, cómodo y sobre todo, confortable. Podía ser yo. Sacaba lo mejor de mí, esa versión traviesa. Me hacía pensar para no quedar fuera de juego, me hacia sonreír con cara de niña mala para provocarle. Me hacía ser cariñosa, porque él lo era conmigo. Era un juego de niños. ¿Y a quien no le gusta ser niño?

Fue muy especial, era la primera vez que no me sentía presionada. No me obligó a hacer nada que yo no quisiera. Pero era atento. Era cariñoso, pero sin agobiarme. Era… era yo en chico. Y creo que fue eso lo que me termino de convencer para salir del coche y pensar… ¡joder yo quiero esto!

No todo fue tan bonito, ni tan sencillo como darnos cuatro besos de quinceañeros en una esquina oscura para que no nos pille mama. Ser iguales tenía mil cosas buenas, pero tenía mil y una malas. Ese genio tan nuestro nos hacía discutir por la mas mínima bobada. Sin ser nada ya teníamos discusiones de pareja. Increíble ¿no? Pero más increíble era la facilidad que teníamos para solucionarlo.

La verdad es que mi instancia se terminaba, y me daba un vértigo tremendo despedirme. No sabía muy bien lo que quería, me contradecía todo el rato. Quería que se acabara, pero no. y encima no nos habíamos acostado. La cabeza me iba a mil, el corazón iba lento… y por casualidad coincidimos mi penúltima noche, yo estaba con mis amigos y el llego de trabajar. No dudo mucho en que tenía que hacer… se fue a ducharse, y volvió. Para mí fue un acto muy valioso. Y fue una noche especial. Nos reímos, nos enfadamos, nos perdonamos, jugamos al futbolín y ganamos, bebimos… ¡y lo hicimos! Después de tres semanas haciendo el tonto, ¡lo hicimos! 

Según él, hicimos el amor... todavía me sorprende como una persona tan bruta es capaz de decir cosas bonitas. Supongo que es otra de las cualidades que me trae de cabeza. 

No puedo comentar mucho como fue nuestra primera vez, porque el alcohol en vena tiene sus consecuencias. Creo que le violé. Salió de mí esa vena loba que tengo. Solo recuerdo que yo veía en él un empotrador, de los que yo busco y como en todo, me sorprendió. Es bruto, pero sabe acariciarme, besarme despacio…  Tengo la certeza de que si consiguió que en tres semanas, le quisiera, es porque sabía llevarme.

No quisimos despedirnos, nos prometimos vernos pronto, al verano le quedaban unas pocas puestas de sol. Me fui. Y él se quedó en el mismo sitio donde nos conocimos. La canción seguía sonando… no queríamos que se acabara… “si me preguntan por ti, diré que es mentira que llevo toda una vida soñando contigo”.

Que genial ¿no? una historia de verano, que no se acaba. Dos personas que se quieren en los meses de verano pero les separan los kilómetros e inevitablemente se termina. ¡Una mierda! Yo también pensaba que lo nuestro era así…  pero decidimos complicarnos la existencia. Seguíamos hablando, nos volvimos a ver después, seguimos haciendo el amor, seguimos discutiendo hasta por quien respira más rápido… pero ya no era bonito. Se volvió en un sin vivir, por lo menos para mí.

Nunca creía en las relaciones a distancia, tuve una mala experiencia que me dejo bastante marcada, y no se me pasaba por la cabeza volverlo a intentar. Nunca quise tener una relación con nadie de allí. Nunca quise a otra persona que no fuera ese amor que tienes de toda la vida en ese sitio donde veraneas. Nunca quise a alguien como yo, porque sabía q éramos una bomba de relojería.  Y llego él. Y aunque me ha costado muchos dolores de cabeza le quería para mí. Lo quería todo de él. Aunque todo estuviera en contra mil cosas. 

Le dio la vuelta toda. Se saltó las normas que había…

La canción ha sonado durante dos meses más después del verano. Se me pone la piel de punta cada vez que pienso en nosotros. Pero una vez me dijo que éramos un amor imposible. Y como en casi todo, llevaba razón. No sé si el en el fondo sabia q se cerraría en banda, que cambiaria, que empezaría a ver los obstáculos como yo. No sé si es que no me quiere como me demostraba. No sé si es que me conoce tanto que sabía perfectamente que huiría de él si iba muy a piñón. O simplemente q fue un juego que para él ya termino. Pero las cosas cambiaron tan radicalmente….

Sé que no quiere que me vaya. Me sigue hablando, me sigue llamando. Y lo peor de todo, es que me da la vida cuando le escucho reírse, cuando me hace esas bromas. Pero no es claro. No dice lo que quiere ni lo que piensa, y aunque creo que hay más en su fondo para mí la canción ha terminado. No quiero seguir jugando a las adivinanzas. No soy feliz así. Con el tiempo me he dado cuenta que necesito más de él, de esto… y el cada día está más lejos a pesar de encontrarnos con el mismo sitio.

Tengo días que le odio, pero otros… que solo puedo darle las gracias por aparecer y plantarse en mi camino. Por demostrarme que por mucha q yo le dé vueltas, me ponga impedimentos, si tiene que ser, va a ser.  La gente que me conoce, está muy sorprendida. Soy de las que a la mínima de cambio sale corriendo sin mirar atrás, y con él he aguantado… ¿porque? Porque no quería irme. No sé muy bien cuál es el motivo de que fuera tan especial. Me llego muy hondo. No sé si porque discutíamos, porque éramos iguales, porque me conocía a la perfección… no lo sé. Pero el amor cuanto menos se entiende, más cala. O algo así ¿no? supongo que he luchado mucho conmigo misma para que no sucediera lo inevitable. Y por eso tengo esta sensación por haberme rendido.

No sé qué va a pasar ahora. He decido pasar de canción. Pero quizás sea otra que también nos defina. Quizás cuando nos volvamos a ver, la canción vuelva a reproducirse. No lo sé. Voy a ponerme los cascos, a ver que canción sale ahora en el reproductor…

Belén Triguero Guijarro


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