No me gustan los finales. Nunca dejo que una canción acabe. Hay veces que es solo por inercia, otras es que me gusta tanto, que antes de que termine la vuelvo a escuchar. Mi vida se basa en canciones. Según lo que esté viviendo en esa época de mi vida le asigno una canción. Muchas las comparto con alguien, sin que esa persona lo sepa. Me hace recordarla, la escucho y me traslado a otro momento. Hacia un tiempo que escuchaba una canción. La canción que marcó mi verano, la he escuchado en bucle muchas veces. Pero he dejado que la canción termine, y solo puede significar una cosa… ha llegado el final de algo importante, necesito escuchar otra canción…
Puedo cantar mi canción del verano sin equivocarme aunque no la esté
escuchando… “soñé un verano que se hiciera eterno, desde el momento en que vi
tu mirada”. Juraría que escribieron la canción en el mismo momento en que nos
conocimos, ya que luego dice “pero mi verano se volvió un invierno, cuando vi
que otros brazos te esperaban, me congele mientras yo te esperaba” ese día yo
abrazaba otros brazos, sonreía a otra persona y le miraba de reojo, mientras el
gritaba para llamar mi atención. Parece que fue hace mucho cuando me escaneo
con la mirada en silencio y sonrió.
No voy a mentir, mi primer pensamiento no
fue muy agradable. Tenía la mente en otra cosa y el, me pareció alguien más. Él
decía que ya nos conocíamos. E intentaba meterse en todas las conversaciones en
las q yo hablaba, me reía y el me miraba… es como si supiera que tenía un dolor
muy grande en el pecho. Que me reía con rabia porque mi orgullo estaba herido.
Sus ojos marrones al otro lado de la mesa me observaban y sin saber muy bien
porque, empecé a cogerle el gusto a eso de hacerme notar para que el memorizara
cada uno de mis movimientos. Aunque nuestra canción empezaba a sonar…esa noche
se acabó. Pero me lleve esa sonrisa guardada en el bolsillo.
Me hizo ilusión recibir una petición de amistad en el
Facebook. Y en el Instagram. Y reconozco que vi todas sus fotos, leí sus
comentarios y sentía una punzada en el corazón cuando se escribía con chicas.
Aun así seguí con mi vida. Con mi caos de vida. Era alguien más.
La canción seguía sonando, el verano iba pasando, el
calor asfixiaba y por fin llegaba mi mes de vacaciones. Ya no había dolor,
aunque si un poco de rencor. Y mis hormonas estaban revolucionadas. Estaba
alegre, contenta, feliz. Quería ver a mis amigos, salir, ir a la piscina,
beberme el verano... tenía claro que iba a ser mi verano. Tenía claro que no
quería nada serio, solo reírme y pasármelo bien. Quise ser un "zorrón" sin
sentimientos. Y no sé si por casualidad o fue el destino, la primera noche que
llegue, nos reencontramos.
Allí estaba él con un polo verde, detrás de una barra…
sirviendo a la gente, hablando, riéndose con todo y de todo. Porque es una de
sus grandes cualidades ¿sabes? Se ríe absolutamente por todo. Y supe que nada sería lo mismo, que esa risa
seria la que me contagiaría el resto de verano… lo que no sabía es que
viviríamos muchas cosas en poco tiempo, que no solo nos darían la risa.
Me había puesto guapa, me acerqué a la barra a pedirme
una cerveza, con seguridad, pisando fuerte. Nos miramos. Nos sonreímos,
haciéndonos los sorprendidos, como si no esperáramos vernos aquella noche. Y
discutimos. Así es como empieza nuestra historia de verano. Discutiendo.
Me miró descarado y yo perdí las bragas. Y de repente
me di cuenta que era esa tipo de persona insoportable, seguro de todo, vacilón.
Que sabe lo que hace. Y descubrí que estaba perdida… como mis bragas.
Luchábamos por quedar por encima. Competíamos por ver quien quedaba mejor. No podía dejar de reírme ante sus
ocurrencias. Y nos proclamamos novios. De broma…
Entre broma y broma la verdad asoma… pero no sé si por
orgullo o porque realmente tenía claro lo que no quería, decidí tomármelo todo
como eso, una broma. Aunque llegué a un punto donde no sabía cuándo hablaba de
verdad, y cuando en broma. Me desconcertaba, pero eso a su vez me mantenía
enganchada. Tenía esa especie de imán
que todo lo atrae.
A pesar de estar en el mismo sitio, nuestras
situaciones eran diferentes. Yo estaba de vacaciones y él estaba trabajando
como si no hubiera un mañana. Desde el principio pensé que sería un
impedimento, más que un impedimento, supongo que es la excusa que me puse a mí
misma para ignorarle. Pero alguien cabezota como el, no se da por vencido ante
el primer obstáculo. Sinceramente, creo que no era consciente de todos los que
había, pero sin más, los fue saltado y poco a poco fue llegando a mí.
Fueron muchos los días que no nos vimos, no coincidimos en
ningún sitio, pero insistía en estar presente. Fueron muchos los mensajes los
que intercambiamos, hasta que se convirtieron en llamadas. Debo de confesar que
odio hablar por teléfono. No sé, aunque es más personal, prefiero que me
escriban y poder contestar cuando me haya pensado lo que tengo que decir. Pero
con él era distinto, quería escucharle, me gustaba que me llamara y salirme a
la puerta de casa, sentarme en una sombra y hablar. Hablar de todo y de nada.
Tenerle al otro lado de la línea riéndose de repente se convirtió en un hobby.
En una tarea más de mis días de verano. Eran conversaciones sin sentido, no nos
contábamos nada especial, solo nos reímos el uno del otro. Cuando colgaba el
teléfono sonreía y me iba hacer otra cosa contando los minutos para volver a
saber de él, que nunca fueron muchos. No me hacía esperar, queríamos estar
presentes.
“Y ahora entiendo cuál es mi papel, nos queremos cuando
nadie ve…” agosto corría y sus ganas por
verme aumentaban. Las mías también, pero tenía muchas dudas y muy grandes, había límites
infranqueables, personas a las que sentía que traicionaba. ¿Pero que me pasaba?
¿Dónde quedo esa parte de chica sin sentimientos que iba hacer lo que se le
antojara?
Me había metido en la boca del lobo. No sé cuál fue el momento en que
me dio miedo perderlo todo, ni cuál fue el que me hizo dejarme llevar. Pero
cuando paso me di cuenta de que habíamos perdido mucho el tiempo. Me di cuenta
que era feliz con él. “te da vidilla tía” “no te baila el agua y eso es lo que
buscas” “juega como tú, y eso te entusiasma” “que huevos tenéis, estáis hechos
el uno para el otro” me decía mi amiga… y se me inflaba el corazón.
Sé que no se lo puse fácil, si ya de por sí soy una persona
complicada, había muchas trabas que me tenían atada. Pero me entendía, y
siempre intentó que fuera sencillo. Siempre pensaba en mí. Creo que lo que más
me entusiasmaba de él, era su iniciativa. Sus ganas. Recuerdo la primera noche
que quedamos a solas, estaba tan nerviosa… quedamos en un punto para que nadie
nos viera. Era nuestro secreto. Llego con su coche blanco, me abrió la puerta y
me encontré con la cara de un niño emocionado. Creo que nadie se había alegrado
tanto de verme nunca. Supongo que fue su manera de demostrarme, que había
ganado, otra vez. Había conseguido su objetivo. Lo que él no sabía es que me había
dejado ganar. Que me moría por verle, que llevaba día soñando con estar a
solas, que estaba tan nerviosa que parecía que nunca había besado a nadie.
Estar con él, en ese coche, bajo las estrellas fue fácil.
Fácil, cómodo y sobre todo, confortable. Podía ser yo. Sacaba lo mejor de mí,
esa versión traviesa. Me hacía pensar para no quedar fuera de juego, me hacia
sonreír con cara de niña mala para provocarle. Me hacía ser cariñosa, porque él
lo era conmigo. Era un juego de niños. ¿Y a quien no le gusta ser niño?
Fue muy especial, era la primera vez que no me sentía
presionada. No me obligó a hacer nada que yo no quisiera. Pero era atento. Era
cariñoso, pero sin agobiarme. Era… era yo en chico. Y creo que fue eso lo que
me termino de convencer para salir del coche y pensar… ¡joder yo quiero esto!
No todo fue tan bonito, ni tan sencillo como darnos cuatro besos
de quinceañeros en una esquina oscura para que no nos pille mama. Ser iguales
tenía mil cosas buenas, pero tenía mil y una malas. Ese genio tan nuestro nos
hacía discutir por la mas mínima bobada. Sin ser nada ya teníamos discusiones
de pareja. Increíble ¿no? Pero más increíble era la facilidad que teníamos para
solucionarlo.
La verdad es que mi instancia se terminaba, y me daba un
vértigo tremendo despedirme. No sabía muy bien lo que quería, me contradecía
todo el rato. Quería que se acabara, pero no. y encima no nos habíamos
acostado. La cabeza me iba a mil, el corazón iba lento… y por casualidad coincidimos
mi penúltima noche, yo estaba con mis amigos y el llego de trabajar. No dudo
mucho en que tenía que hacer… se fue a ducharse, y volvió. Para mí fue un acto
muy valioso. Y fue una noche especial. Nos reímos, nos enfadamos, nos
perdonamos, jugamos al futbolín y ganamos, bebimos… ¡y lo hicimos! Después de
tres semanas haciendo el tonto, ¡lo hicimos!
Según él, hicimos el amor... todavía me sorprende como una persona tan bruta es capaz de decir cosas
bonitas. Supongo que es otra de las cualidades que me trae de cabeza.
No puedo
comentar mucho como fue nuestra primera vez, porque el alcohol en vena tiene
sus consecuencias. Creo que le violé. Salió de mí esa vena loba que tengo. Solo
recuerdo que yo veía en él un empotrador, de los que yo busco y como en todo,
me sorprendió. Es bruto, pero sabe acariciarme, besarme despacio… Tengo la certeza de que si consiguió que en tres semanas, le quisiera, es porque sabía llevarme.
No quisimos despedirnos, nos prometimos vernos pronto, al
verano le quedaban unas pocas puestas de sol. Me fui. Y él se quedó en el mismo
sitio donde nos conocimos. La canción seguía sonando… no queríamos que se
acabara… “si me preguntan por ti, diré que es mentira que llevo toda una vida
soñando contigo”.
Que genial ¿no? una historia de verano, que no se acaba. Dos
personas que se quieren en los meses de verano pero les separan los kilómetros
e inevitablemente se termina. ¡Una mierda! Yo también pensaba que lo nuestro
era así… pero decidimos complicarnos la
existencia. Seguíamos hablando, nos volvimos a ver después, seguimos haciendo
el amor, seguimos discutiendo hasta por quien respira más rápido… pero ya no
era bonito. Se volvió en un sin vivir, por lo menos para mí.
Nunca creía en las relaciones a distancia, tuve una mala
experiencia que me dejo bastante marcada, y no se me pasaba por la cabeza
volverlo a intentar. Nunca quise tener una relación con nadie de allí. Nunca
quise a otra persona que no fuera ese amor que tienes de toda la vida en ese
sitio donde veraneas. Nunca quise a alguien como yo, porque sabía q éramos una
bomba de relojería. Y llego él. Y aunque
me ha costado muchos dolores de cabeza le quería para mí. Lo quería todo de él.
Aunque todo estuviera en contra mil cosas.
Le dio la vuelta toda. Se saltó las
normas que había…
La canción ha sonado durante dos meses más después del
verano. Se me pone la piel de punta cada vez que pienso en nosotros. Pero una
vez me dijo que éramos un amor imposible. Y como en casi todo, llevaba razón.
No sé si el en el fondo sabia q se cerraría en banda, que cambiaria, que
empezaría a ver los obstáculos como yo. No sé si es que no me quiere como me
demostraba. No sé si es que me conoce tanto que sabía perfectamente que huiría de
él si iba muy a piñón. O simplemente q fue un juego que para él ya termino.
Pero las cosas cambiaron tan radicalmente….
Sé que no quiere que me vaya. Me sigue hablando, me sigue
llamando. Y lo peor de todo, es que me da la vida cuando le escucho reírse,
cuando me hace esas bromas. Pero no es claro. No dice lo que quiere ni lo que
piensa, y aunque creo que hay más en su fondo para mí la canción ha terminado. No
quiero seguir jugando a las adivinanzas. No soy feliz así. Con el tiempo me he
dado cuenta que necesito más de él, de esto… y el cada día está más lejos a
pesar de encontrarnos con el mismo sitio.
Tengo días que le odio, pero otros… que solo puedo darle las
gracias por aparecer y plantarse en mi camino. Por demostrarme que por mucha q
yo le dé vueltas, me ponga impedimentos, si tiene que ser, va a ser. La gente que me conoce, está muy sorprendida.
Soy de las que a la mínima de cambio sale corriendo sin mirar atrás, y con él
he aguantado… ¿porque? Porque no quería irme. No sé muy bien cuál es el motivo
de que fuera tan especial. Me llego muy hondo. No sé si porque discutíamos,
porque éramos iguales, porque me conocía a la perfección… no lo sé. Pero el
amor cuanto menos se entiende, más cala. O algo así ¿no? supongo que he luchado
mucho conmigo misma para que no sucediera lo inevitable. Y por eso tengo esta
sensación por haberme rendido.
No sé qué va a pasar ahora. He decido pasar de canción. Pero
quizás sea otra que también nos defina. Quizás cuando nos volvamos a ver, la
canción vuelva a reproducirse. No lo sé. Voy a ponerme los cascos, a ver que
canción sale ahora en el reproductor…
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