En menos de 24 horas la tortilla ha dado la vuelta. Tú me alterabas bastante y ahora soy yo la culpable. Gracias a mi enfado corrí, salí huyendo a quien sé que me iba a dar todo lo que necesitaba, que me iba a decir todo lo que quería escuchar. Es así, pero no pasó más. Sabemos donde están los límites. Conocemos nuestra relación y nuestras normas. La situación era mágica para un cuento de hadas, pero esto no deja de ser la vida real.
Aquí hemos venido a sufrir supongo. No lo sé, tú me dirás. Cometí un error, en vez de hablar las cosas contigo, opté por el silencio. No lo suelo hacer nunca y tú lo sabes, y me equivoqué. Hay ciertas cosas que me molestan de ti, que no me gustan, que me enfadan. Pero estoy en ese punto en el que no sé si decirlo o aceptarte como eres, y ya está. Mira, no quiero perder el tiempo, ni quiero ni puedo. Los años pasan y tengo planes de futuro a los que quiero llegar sin tener muchas canas. La vida es corta.
Se acabaron la vergüenza y la timidez. Las cosas claras como siempre te he dicho. Sé lo que hay, lo sé. Nada. No hay absolutamente nada. Y me cuesta dar pasos, me cuesta abrirme, ser yo con personas "nuevas", por mil miedos e inseguridades, pero eso tú no lo sabes. Ves la vida desde otro punto de vista, acomodado en las normas sociales, siendo tan perfecto, sin soltarte la melena, viviendo a medias.
Te puedo invitar a mi caos, a mi locura. No te vas aburrirás, te lo prometo. Aunque te guste la tranquilidad. Piénsalo...
Patricia Izquierdo Díaz
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