Creo que es la segunda carta que te escribo. O al menos, la segunda que tendrás en papel. También creo que antes se me daba mejor esto... porque llevo unas cuantas horas haciendo y deshaciendo. Borrando y volviendo a empezar. Supongo que por miedo a no estar a la altura. Pero ahí va.
Quiero que sepas que siempre te recordaré feliz porque jamás unas lágrimas me enseñaron a sonreír tanto. Porque fue ver tus días tristes para darme cuenta de que no hay nada que duela más. Quiero que recuerdes todas las cosas que te hicieron llorar porque tú me enseñaste que eso te hace fuerte y te permite ver que es lo que no quieres a tu lado. Quiero que sepas que no me gustan esas lágrimas, pero prometo que voy a cuidarlas como a tus sonrisas. Quiero que sepas que cuando sonríes, me llenas de vida a mí y a cualquiera que se cruce contigo. Porque eres luz. Que no hay nadie que pueda hacerte sombra, nadie. Solo tú misma. Quiero que sigas insistiéndome en esas cosas que no quiero, pero debería hacer. En las que me dan pereza, pero también en las que quiero y no encuentro el momento para hacerlas. Tú insísteme siempre. Insiste en que te llame porque siempre será poco.
Quiero que sepas que no hay tiempo ni distancia que pueda borrar lo que eres para nosotros. Ni para mí. Ni para él. No lo olvides y nunca dejes de insistir.
Te quiero, mamá.
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