domingo, 25 de noviembre de 2018

Efecto Paracetamol

Bueno, quería retractarme de lo que escribí ayer. Supongo que el entusiasmo con el que escribí las dos entradas de mi blog, eran la euforia del momento. Tenía un día malo, y supongo que necesitaba un "Paracetamol" para atajar el dolor y la pena que esta semana me invade. De hecho, hasta veo películas románticas, cosa que nunca hago. 

Después de una buena bronca por parte de mi amiga Belén (gracias por estar ahí siempre y decir las cosas tal cuál las piensas, aunque hoy no estemos en el mismo bando), me he dado cuenta de que salir huyendo a unos brazos, a los mismos brazos de siempre, no es la solución. Huir nunca puede ser la solución a los miedos que tenemos.

El viernes me enteré de algo que no me hizo gracia. No sé cómo contarlo sin que me muera de vergüenza. Ha aparecido un chico en mi vida, alguien nuevo, que no sé cómo se ha hecho un hueco en mi caos, pero está ahí, lejos, pero está. Le he ido conociendo muy poco a poco, demasiado despacio para una impaciente como yo, pero el camino ha sido muy intenso. Creo que hemos vivido más cosas en este tiempo que muchas parejas. Es muy opuesto a mí, pero a la vez tenemos muchas cosas en común. Es como... (dejarme pensar, para que no quede mal el texto). Es como si todo lo que hubiera pedido en una carta a los Reyes Magos, se concentrara en él. Es el hombre perfecto. Aunque viva lejos. Sí. Bueno, en fin. Espero que esto no lo lea nunca...

Necesito, por mi personalidad, sentir a la gente a mi lado. Los necesito cerca, y volver a pasar por una relación a distancia no estaba en mis planes, la verdad. Hay días, semanas, meses, donde la vida te come con patatas, y no buscas sexo del bueno, no buscas más que una caricia, un beso inocente, un "¿qué tal?", "¿cómo llevas el día?". Eso no lo he encontrado en él, por lo que sea. Tengo una teoría, quizás el disfraz de "corazón de hielo" en el que me escondo cada vez que conozco a alguien le haya podido confundir. Me gusta hablar de sexo, practicar sexo salvaje, odio las flores, los sentimientos, las relaciones estables... todo eso que aparece en las películas y que en la vida real no pasa. ¿Pero sabes una cosa? Ese disfraz es mi Gran Muralla China, si te he ido enseñando mis partes más débiles, mis inseguridades, mi forma de ser, la real... Piensa por qué. 

Quizás es una pérdida de tiempo. Quizás hemos perdido el tiempo, el verano o no lo sé. Pero yo soy de pedir, y quiero más, y no sé hacerlo delante de ti si me miras, porque la timidez me deja sin lengua y tú sin respiración. 

No te voy a engañar, mi pasado va a estar ahí siempre, pero depende de ti y de mi que se convierta en recuerdo o que siga latiendo. Él ha conseguido seguir adelante con su vida, y yo me estoy esforzando por trabajar en una amistad (que como diría mi amiga Belén) no tiene sentido. Estamos jugando con fuego. 

Además, lo nuestro no es una relación, nunca lo fue, nunca lo ha sido. No tengo derecho a pedirte más, aunque quiera, y las señales que me das no son las indicadas, o no las entiendo por tener a tu juicio muchos prejuicios. Lo he escrito muchas veces, creo que tú no estás para dar más, que vives en tu vida cómodamente y ya está, no creo tampoco que quieras algo más, no lo sé. Yo hablo y tú te callas mucho. Ni en eso coincidimos. Pero... Es que yo no estoy para menos. Y sé que salir huyendo a los brazos de otro, no es la solución, pero es la que me dejas despachándome en las conversaciones que, por cierto, inicio yo. La verdad es que interés por tu parte veo poco, en todo prácticamente, y quizás yo me esté haciendo un lío enorme, estando aquí pico y pala para... no sé, ¿me lo dices tú? ¿Merece la pena?

Si llegas a leer esto, no te preocupes, estoy bien, de todo se sale. Es una semana con dieta de chocolate y clínex, no tiene más, la receta es muy fácil. Ya he salido de situaciones peores sola. Como diría Aitana, "yo ya he estado sola, y sola yo estoy bien. No necesito a nadie".

Patricia Izquierdo Díaz


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