Una frase. Una llamada. Un «qué alegría más tonta lo de verte». Una cena bonita. Una ciudad con encanto de mucho acento. Alicia en el país de tus maravillas. Tu pelo brillante con flequillo al lado. Y tu excelente gusto para las gafas de sol. Lo bien que pones morritos en las fotos. Tu mirada, que parece de alguien que se ha bebido siete tintos de verano. Las perlas en las orejas y tu poco pecho bien formado. Maldita sea, si hasta tu color de labios mata. Y qué movida que no veas nada de nada sin lentillas. Te dice cualquier cosa y sonríe. Alma medio rota. Le vuelve loca el olor a café. A libro nuevo y viejo. Una foto de Nueva York. Podíamos besarnos en Varsovia. Y cuando nos pregunten qué somos, les diremos que todo. Y volveremos a sonreímos. Que no hace falta más. Y pillaremos un autobús de línea que nos lleve a ninguna parte. Sin colarnos. Para perdernos en cualquier montaña, entre tus muslos. ¿Quién invita a cenar de nuevo? Mucho queso quark o de cabra con mermelada de frambuesa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.