Yo he querido un respeto de cristal.
Que la lluvia viniese sobre mí
con sus alas de tarde,
que la noche difícil se moviera
como un vaso de agua en nuestra mano,
que las enamoradas
buscasen un espejo donde sentir los labios,
y que la historia
con su tacón injusto
no pisar mi vida,
porque la lluvia y yo
y las enamoradas y el espejo
no somos partidarios de los cristales rotos.
Luis García Montero
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