Podemos quedar por la ciudad cuando empiece a caer la tarde. Entraremos en un sitio de esos que casi no conoce nadie. Antiguo pero con mucho encanto. Subiremos las escaleras con dos estrellas en la mano y muchas ganas de hablar. Sentarnos, reír, besarnos, que te hagas un rato la enfadada y que, cuando miremos el reloj, nos demos cuenta de que han pasado el triple de horas de las que pensábamos. Nos miraremos incrédulos y volveremos a sonreír. Será mejor que vayamos a cenar algo. Unas croquetas o algo así. Brindar por algún plan bonito. Abrocharnos las cazadoras al salir, decirnos: «Hasta mañana».
Y suena «Contigo» de Luis Ramiro. De vuelta a casa...
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