El miedo nos hacía parecer un poco tontos. Y después de varios tira y afloja, y con los dos muertos de ganas, pillaste un taxi a las once y media de la noche desde el quinto pino. Para regalarme parte de tu madrugada, un par de bares y un beso entre los dos carriles de una calle principal de la ciudad.
Que sepas que ya me encantaba tu boca. Esa sonrisa que sin ser perfecta lo tiene todo para mí. Desde entonces no he dejado de soñar cada vez que me abrazas. Y aquí sigo, Seguimos. Y creo que va para largo. Eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.