Y aquella chica preciosa,
que me había regalado medio septiembre,
cuatro sonrisas y todas las canciones de Andrés Suárez,
me miró con cara apenada
y dijo que se había acabado el verano,
que se marchaba.
Me besó en cuatro portales.
Mientras yo lloraba,
se montó en un bus que no arrancaba (qué oportuno)
y decía adiós con la mirada,
desde la ventana.
Y allí sentado en el suelo me quedé...
arrancó...
y yo lloré ese día hasta bien entrada la madrugada.
Defreds
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