martes, 26 de febrero de 2019

Historia

Dos horas desayunando cerca del Dinoseto, con los dos disimulando. Comer mirándonos en el Othilio y no dejarte pagar.

Un café y Cola Cao en un sitio tranquilo con un piano que nunca vi, donde dijiste cosas que me hicieron sonreír.

Un bar cerca de tu casa, con un camarero que no habla y un hombre que se pasa tres horas en el ordenador.

Una cena en el sitio más cutre del mundo con bocadillo de lomo y queso. Un cajero que lo decía todo y un mensaje después del taxi. Guardaste los besos.

Las casi doce de la noche delante del NH. El Máis Palá. Sus escaleras. El tiempo que vuela.

Una cafetería que no cierra, con vistas a la calle. La misma que nos vio besarnos. Con ese silencio sin coches a doble carril.

Un día en Pontevedra. Por sus calles peatonales. Comiendo algo rico. Decidiendo que iba a ser eterno.

Unos billetes de avión. Aunque yo iría contigo a cualquier parte.

Nuestros «te quiero», que suenan a todo.

Nuestros miedos, que se van lejos.

Y que cada vez que leas esto, en cualquier parte, tengas ganas de besarme.


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