Vuelvo a sentir la noche de su voz
y a caminar por ella.
La ventana encendida y un balcón
apagado en la casa.
Eso había en su voz, como había en el mundo
una calle sin luz,
de postigos cerrados, y una sola ventana
que ardía silenciosa.
Eso había en la calle, una luz encendida.
Eso había en la noche de su voz,
un balcón apagado.
Vuelvo a sentir la duda de su abrigo
doblar la esquina solitaria,
cuando yo la seguía. Vuelvo a oír
pasos que no hacen ruido y un deseo
de cruzar el invierno sin ser vista.
Eso había en su abrigo
cuando me descubrió y cerramos los ojos
para seguir viviendo
en donde no se sabe.
Eso había en su abrigo.
Eso había en la casa.
Ahora vuelvo a penetrar a ciegas
en el amor antiguo, dejando que me lleve,
que conduzca mi cuerpo con sus manos
al fondo de la piel y de la noche,
dentro de sí, no llego a comprender
si el balcón apagado y el abrigo de entonces
guardaban el secreto de esta cita futura
o si la voz de ahora esconde mi pasado.
Eso hay en la noche y en su cuerpo de hoy,
ventanas encendidas, un balcón
amadamente oscuro
y otro cuerpo de ayer.
Eso hay en la casa.
Duele siempre un misterio en la complicidad.
Los recuerdos ayudan a olvidar.
Los recuerdos envuelven
como unos brazos,
como unas piernas,
como un destino.
Hablo más de la cuenta, ya lo sé.
Nos unen mis recuerdos y sus ojos cerrados.
Luis García Montero
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.