lunes, 11 de mayo de 2020

281 días con sus 281 noches

Llevaba ya 281 días con sus 281 noches en aquella horrible balsa sin vela ni timón.

Las tormentas no habían dado tregua, hasta hoy. Al fin, un poco de sol, el agua en calma y las ideas también… ¿Cómo he llegado hasta aquí? ¿A esta situación desesperante que saca lo peor de mí? ¿En qué momento perdí el norte?

Sea como fuere, tal vez no haya sido mi culpa o tal vez sí, por tonta, por confiar demasiado. Y, de pronto, en aquel día soleado vi una isla en el horizonte. Un pedazo de tierra en donde reencontrarme conmigo misma. Paz.

Entonces comprendí que había sido una náufraga de mis propias
emociones, que aquellas tormentas de mi cabeza habían sido necesarias para comenzar de cero, para seguir con más fuerza. Es en los peores momentos de la vida cuando resurge ese instinto primitivo de supervivencia que llevamos dentro, esa fuerza animal que nos obliga a seguir adelante, a vencer el miedo a estar solos. Ese miedo que tratamos de evitar con malas decisiones, con parches para una balsa demasiado rota y con unos remos que más que remos parecen palillos chinos.

Todos somos náufragos a la deriva en un mar lleno de tormenta, pero siempre sale el sol.

Siempre hay una isla más cerca de lo que pensamos.

FANNY


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