Siempre te mira de reojo, buscando su mejor perfil. Con sus dientes ligeramente separados, que algunas veces le encantan y otras la acomplejan.
Sonríe mucho, pero es tan seca a la vez que recuerda a un desierto.
Más juntitos están sus miedos al fracaso y a no saber querer. Cogería el primer avión a ninguna parte y empezaría de cero, pero jamás se lo cuenta a nadie.
Y cuando su pelo se alborota, su piel de gallina también.
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