Yo no sé qué me pasa, apenas te conozco y no puedo dejar de pensar en ti. Nunca me había sucedido. Enamorarme sí, o eso creía, pero esta sensación de que siempre tengo ganas de que me hables, de hablarte yo… De no parar de hablar. Ganas de invitarte a compartir helado. Ganas de engañarte y parar el reloj y que nunca te tengas que marchar.
Suenas a canción a todo volumen en un paseo de verano por Combarro. Y no, no es un piropo, es la realidad.
Se me ha derramado la pausa de no emocionarme con nada, tiembla la ciudad cuando jugamos descalzos entre las sábanas.
Hasta las personas que protestan por todo se quedan calladas a nuestro paso. Es un avión a punto de despegar, con destino a gritar tu nombre.
La próxima vez que te abrace me sonará tu acento a caramelo de los que me daba mi abuelo. Dulce, dulce…
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