Hoy está nublado en Vigo; aun así, parece que quiere salir el sol un poquito. Frío no hace demasiado, aquí en realidad nunca lo hace, tenemos el mar para hacer un clima muy especial. La ciudad está muy navideña. Huele a Navidad, algo así como los gofres de la calle Príncipe. Huele a resaca de las primeras cenas de empresa y amigos. Huele a colonia, que yo llevo siempre.
Tú supongo que sigues constipada. Por dentro, digo. Con ganas de volar alto como los caballos de la Gran Vía. Con ganas de encontrar una salida amplia como la de la avenida de Madrid. Con ganas de darlo todo. Con ansias de querer. Con dulzura, con ganas de no abandonar nunca, ni en esas noches de tanto pensar, ni en las de escribir a las tres de la mañana. Una copa en Varadero. Ponte las gafas de sol, no vaya a ser que tu mirada siga dando pistas. Parecido al Cluedo. Con suerte, llegará el 1 de enero y cruzarme contigo será buena suerte. No dirás nada y llegará febrero, con todos esos pensamientos.
El silencio sigue marcando la diferencia. Para bien y para mal. Como un sueño que algunas veces parece bonito y terminas despierto en la peor pesadilla. Con el sudor que marca distancias.
Voy a respirar cerca del mar, dejando el móvil en casa, tirado encima de la cama, donde nos prometimos cosas que tú no cumpliste.
Seguiré apareciendo allí, en ese lugar donde alguien dejó escrito «Cuando baja la marea, cuando aprieta el corazón».
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